Se cierra un juicio en el que los delincuentes acusan a las fuerzas legales y se presentan a la Justicia diciendo ser las víctimas, es decir, exactamente al revés de lo que en realidad ocurrió”. Sentado en su inconmovible lugar en el banquillo, el primero de la derecha, Luciano Benjamín Menéndez leía sin anteojos su declaración de poco más de 10 minutos.
Era casi el mediodía de ayer cuando hizo uso de su derecho a la última palabra, en la audiencia 351 del juicio oral y público por los crímenes de lesa humanidad cometidos en La Perla y otros centros clandestinos de detención que funcionaron en Córdoba.
Esta etapa, en la que los acusados pueden hacer una declaración final, es la que antecede a la hora de la verdad: el próximo jueves 25, el Tribunal Oral Federal Número 1, que preside Jaime Díaz Gavier, pronunciará el esperado veredicto al cabo de tres años y ocho meses de proceso.
Ayer, porque las normas procesales así lo obligan, estaban presentes casi todos los 43 imputados que quedan, con excepción de tres que, lejos de Córdoba, expusieron su decisión de no hablar a través de videoconferencia (Wenceslao Claro, José Tófalo y Ángel 
Corvalán) y de las ausencias de Luis Martella (enfermo), de Jorge 
Gorleri (con certificado médico, envió una declaración) y de Héctor Vergez (sancionado).
Después de mucho tiempo, el banquillo de los acusados volvía a mostrarse repleto, y mientras se esperaba el ingreso de los jueces y un par de acusados eran atendidos por un médico en un cuarto contiguo, conversaciones y algunos gestos de impaciencia confirmaban lo especial de la jornada para los represores.
La palabra de Menéndez se esperaba como parte de la acción y, luego de varias negativas, quien fue jefe del Tercer Cuerpo de Ejército durante el terrorismo de Estado, comenzó con un propósito claro: “Por primera vez en 40 años en esta persecución que vengo sufriendo, soy acusado de dos crímenes que me interesa fundamentalmente desmentir: el de sustracción de menores y el de robo (de la empresa) Mackentor”.
Varias veces condenado a prisión perpetua, se enfocó en dos acusaciones distintas en su foja de crímenes. En el primer caso, referido al robo del hijo de Silvina Parodi y nieto de Sonia Torres, dijo: “No existe ninguna prueba de que el niño supuestamente sustraído haya existido alguna vez, y, si así hubiera ocurrido, niego cualquier culpabilidad”.
Sobre Mackentor, relató que, tras “un minucioso trabajo de inteligencia”, comprobó “los vínculos entre la empresa y la subversión”, y luego dejó todo en manos del juez Zamboni Ledesma.
Luego, volvió a su discurso constante: “En la Argentina hubo una guerra internacional entre nuestra patria y el marxismo”. Dijo también que “no hubo represión ilegal alguna”, puesto que fue ordenada “por los presidentes constitucionales Isabel Perón e Ítalo Luder”. En tal sentido, dijo que la acción “tuvo la franca aprobación del pueblo argentino”.
“Tengo la firme esperanza de que los argentinos estamos dispuestos a rechazar en el futuro los caprichos arbitrarios de un caudillo apenas se insinúe para ajustarnos a las normas de la República”, afirmó hacia el final de sus palabras, que se hundieron rápidamente en el silencio.
De la treintena de imputados consultados ayer, sólo hablaron Carlos Monti, Graciela Antón, Luis Choux y Orestes Padován. El último rechazó todo con una curiosa argumentación: “No hubo genocidio, ni campos de concentración, ni extermino”.
El martes próximo se retomarán las audiencias, y entones es probable que hagan uso de la última palabra Ernesto Barreiro y Jorge Acosta, entre otros.
“Lo que se juzga es el terrorismo de Estado”
Díaz Gavier se refirió al concepto “guerra sucia” usado por Macri.
“No puede haber restablecimiento de la paz social si no se hace efectiva la justicia”, afirmó ayer el juez Jaime Díaz Gavier, presidente del tribunal. Lo hizo tras referirse a la definición de “guerra sucia” utilizada por el presidente Mauricio Macri. “Esto es volver a una concepción ya superada: la teoría de los dos demonios”, sostuvo, antes de señalar que lo que se juzga es el “terrorismo de Estado”.

La Voz