Su pecado fue haber viajado a Berlín en un avión oficial, acompañado de dos de sus hijos, para presenciar la final de la Liga de Campeones entre Barcelona y Juventus, el sábado pasado.

Como una pelota que se desliza suave, pero inexorablemente hasta marcar el gol, a pesar de los esfuerzos desesperados del arquero, la polémica desatada por su escapada berlinesa terminó por hacer añicos la defensa del jefe del gobierno, cuya imagen de probidad quedó pasablemente maltrecha. Ayer no tuvo más remedio que inclinarse ante la realidad.

"Si tuviera que volver a hacerlo, no lo haría", reconoció, después de anunciar que pagará los pasajes de sus dos hijos. Es decir 2500 euros.

Valls, nacido en Barcelona y fanático del fútbol, argumentó desde el primer día que su viaje respondía a un encuentro planeado desde hacía tiempo con el presidente de la UEFA, el francés Michel Platini. Ambos debían evocar juntos la organización del Euro 2016 que se disputará en Francia y las eventuales consecuencias de la crisis de la FIFA.

La versión fue amablemente corroborada por la UEFA anteayer. Pequeño problema: Platini tenía que estar en París el miércoles para reunirse con el presidente François Hollande, de modo que Valls no tenía ninguna necesidad de ir a Berlín.

La oposición no esperaba semejante regalo de uno de los hombres que más saben de comunicación política en Francia. Después de ser uno de los voceros del Partido Socialista durante años, Manuel Valls desempeñó ese rol durante la campaña presidencial de François Hollande en 2012.

En todo caso, si el escándalo no pasó a mayores se debió a que los dirigentes de la derecha decidieron mantener un relativo "low profile". Sin duda, para que no salieran a la luz los numerosos desplazamientos similares realizados por Nicolas Sarkozy durante su presidencia, entre 2007 y 2012.

Irreprochable hasta ahora, muchos lo acusan hoy -incluso en su propio partido- de haber cometido una falta moral.

En un país en crisis, el gesto del primer ministro estuvo a años luz de las reglas definidas por el presidente Hollande en un decálogo deontológico publicado en 2012. Entre otros puntos, estipula que "los medios puestos a disposición de los ministros están reservados al cumplimiento de su misión oficial".

En un continente donde la opinión pública pierde aceleradamente confianza en sus dirigentes, los líderes políticos cada vez prestan más atención a sus comportamientos.

Para las vacaciones de 2013, Angela Merkel se vio obligada a viajar a los Alpes en un avión oficial por razones de seguridad. Su marido, en vez de pagar los 1250 euros que hubiese costado su pasaje en el mismo aparato, prefirió recurrir a un vuelo "low cost".

En 1995, la viceministra de Estado, Mona Sahlin, tuvo que retirar su candidatura a la presidencia por el Partido Socialdemócrata cuando la prensa reveló que, cuatro años antes, cuando era ministra de Trabajo, había utilizado varias veces su tarjeta de crédito profesional para hacer compras privadas por valor de 5000 euros. Entre esos artículos figuraban unas tabletas de chocolate.

"Compré dos Toblerone, pañales y cigarrillos", admitió Sahlin en una conferencia de prensa que se hizo célebre.

UNA ESPERANZA DEL SOCIALISMO

Manuel Valls

Primer Ministro de Francia

Nacido en Barcelona, es un fanático del fútbol. Si Hollande desistiera de pelear por su reelección, Valls es considerado uno de los barones socialistas en condiciones de retener el poder