La guerra no distingue. De lugares, colores, sexos ni edades. En Siria se combate desde hace años, sin vencedores, pero con cientos de miles de vencidos. Son los hombres, mujeres y niños que caen ante balas y las bombas.

El último ataque fue un bombardeo ruso en la provincia de Hama. Los aviones pusieron la mira en un poblado llamado Al-Lataminah. Las bombas cayeron en un repiqueteo infame. Sin hacer excepciones.

El pueblo fue casi arrasado, y un video muestra el instante posterior a la caída de una de las bombas, en una casa de familia. Se escuchan gritos, se puede palpar el terror y se ve a un hombre que escapa con una criatura inerte en sus brazos.

De repente se observa a un nene no mayor de cuarto años que sale de entre los escombros. El polvo lo cubre. Tiene herido un brazo. De la boca le sale sangre y sus manos también están cubiertas de ella. Camina lento pasando entre los restos de una camioneta.



Se lo escucha llamar a su mamá mientras llora. La persona que filma la escena le pregunta al pequeño dónde está su papá. El nene no le responde. Sólo llora y trata de alejarse. Y pide desesperadamente por su mamá.

Según el informe dado por la televisión árabe, toda la familia del nene murió en el ataque, como cientos de habitantes del pueblo.

Un pequeño sin nombre escapando. El rostro inocente de una guerra infame. Tal vez crecerá, aunque el presente de Siria haya acortado abruptamente el índice de vida. Tal vez verá las imágenes de aquel día que se salvó. Tal vez no tenga odios. Muchos tal vez y muchos dolores.

Fuente: Clarín