Inquietante pulseada en el Congreso brasileño. Cuando faltaban apenas 48 horas para que el Senado comenzara a votar, mañana, el juicio político a Dilma Rousseff, el presidente interino de la Cámara de Diputados, Waldir Maranhão, anuló ayer la votación con la que se había puesto en marcha el impeachment el mes pasado. Pero, en un nuevo giro, el presidente del Senado, Renan Calheiros, rechazó esa resolución y decidió seguir adelante con el proceso.

"La decisión del presidente de la Cámara ahora es absolutamente intempestiva. Aceptar este juego con la democracia sería quedar personalmente comprometido con el atraso del proceso. Al final de cuentas, no cabe al presidente del Senado decir si el proceso es justo o injusto, sino al plenario del Senado, al conjunto de los senadores; fue ésa la decisión del Supremo Tribunal Federal (STF)", resaltó Calheiros en una convulsionada sesión por la tarde, después de una jornada plagada de incertidumbre que ahondó lagrave crisis política que vive Brasil y que tiene en vilo a la región.

Si no hay más marchas y contramarchas en las próximas horas (Maranhão advirtió anoche que evaluaba recurrir al STF para que sea acatada su decisión), los senadores empezarán mañana a deliberar y votar el impeachment contra Rousseff por haber manipulado las cuentas públicas en los últimos años con el presunto fin de ocultar el déficit fiscal y garantizarse la reelección 2014.

Se espera que la sesión sea maratónica, con un final que podría estirarse hasta el jueves, cuando se sabría si la presidenta es apartada de su cargo por un plazo de hasta 180 días, mientras dure el juicio político propiamente dicho. Durante ese período, el vicepresidente Michel Temer asumiría de manera temporaria el poder y,si Dilma fuera condenada, podría quedar a cargo del Palacio del Planalto hasta el fin del actual mandato, el 31 de diciembre de 2018.

Por la mañana, Maranhão, del Partido Progresista (PP), convulsionó el ambiente político en Brasilia al anunciar la anulación de la votación que había ocurrido en la Cámara el 17 de abril, en base a un pedido de la Abogacía General de la Unión. Según explicó, en aquella rocambolesca sesión, en la que 367 de los 513 diputados respaldaron la apertura del juicio político a Dilma, hubo varias fallas de procedimiento, por lo que se debía repetir. Indicó que los legisladores habían sufragado de acuerdo con las indicaciones de sus partidos (él, sin embargo, rompió con el liderazgo del PP y votó en contra del impeachment), y que muchos no se habían referido a los "crímenes de responsabilidad" de los que la jefa de Estado es acusada, sino a otros asuntos, como el esquema de corrupción en Petrobras que ha manchado a muchos miembros del Partido de los Trabajadores (PT).

Aquella "memorable" sesión había sido encabezada por el entonces presidente de Diputados, Eduardo Cunha, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, ex socio mayor del PT, hasta que dos meses atrás se salió de la coalición), archienemigo de Dilma y principal promotor del impeachment en su contra. El viernes pasado, Cunha -muy cercano a Maranhão, vicepresidente de la Cámara hasta la semana pasada- fue suspendido de su cargo por el STF, que aceptó un pedido de la Procuraduría General de la República ya que el maquiavélico político está procesado por haberse beneficiado de la red de sobornos del petrolão.

"Soy consciente de cuán delicado es el momento y de nuestro deber de salvar la democracia. En ningún momento estamos ni estaremos jugando con la democracia", respondió anoche a Calheiros Maranhão, quien antes de hacerse cargo de la presidencia de la Cámara había pedido unos minutos "para consultar a Dios".

Por la tarde se había revelado que la noche anterior Maranhão había compartido una cena con el abogado general de la Unión, José Eduardo Cardozo, principal defensor de Rousseff ante el Congreso y el STF. En una posterior conferencia, Cardozo rechazó que haya presionado al presidente de la Cámara de Diputados, pero señaló que con el conflicto de poderes existente "la mejor forma de salir de esta situación es la búsqueda de un amplio pacto que no pase por la violación de la Constitución", ya que para el gobierno el impeachment es un "golpe parlamentario".

La sorpresiva anulación fue celebrada por legisladores oficialistas y defensores de Dilma. Sin embargo, la propia presidenta llamó a la calma. "Por favor, tengan cautela, vivimos una coyuntura de mañas y artimañas", advirtió durante un acto en el Palacio del Planalto para crear nuevas universidades.

La oposición, liderada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), se puso de inmediato a diseñar una estrategia para continuar con el proceso de impeachment, y también consideró recurrir al STF.

"No podemos crear esta inestabilidad entre las dos cámaras. Si no, mañana un proyecto de ley aprobado por una de las casas, cuando esté por ser votado en la segunda, la primera se podría arrepentir de haberlo aprobado. No existe precedente histórico que justifique esta decisión", señaló el senador socialdemócrata Aécio Neves.

Antes de la decisión -¿final?- del presidente del Senado, el senador petista Luiz Lindbergh Farías -ex líder del movimiento estudiantil que presionó al Congreso en 1992 por el impeachment de Fernando Collor de Mello-, intentó convencer a Calheiros (PMDB) de que aceptara la anulación de la votación en Diputados.

"Su excelencia está manchando su biografía, cometiendo un error histórico, colocando sus manos en un golpe", subrayó, pero sus palabras no surgieron el efecto deseado.

Por ahora, el impeachment a Rousseff sigue en marcha y el destino político de la primera mujer presidenta de Brasil se empezaría a definir en 24 horas.