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19/06/2015 21:14 hs

Francisco se alinea con la teoría científica dominante

Internacionales - 19/06/2015 21:14 hs
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La nueva encíclica papal sobre medio ambiente es un urgente llamado a la acción, una crítica al consumismo y una advertencia profética sobre los peligros de ignorar lo que el papa Francisco define como "una crisis ecológica".

Pero más allá de su encendida retórica, ¿el Papa entendió bien los aspectos científicos? 
Foto: LA NACION La respuesta de los climatólogos y científicos del medio ambiente es que sí, al menos hasta donde lo permite un documento religioso destinado a un público amplio. De todos modos, según los expertos, el Papa tuvo que hacer esfuerzos enormes para ofrecer una interpretación prudente de la evidencia científica.

Existe, por ejemplo, un corpus significativo de literatura científica que afirma que las emisiones de gases producto de la actividad humana son las causantes de todo el calentamiento global ocurrido durante el último siglo. Pero en su encíclica, Francisco no se atreve a ir tan lejos, y cita también los volcanes, el sol y otros factores que podrían haber influido en el clima, antes de concluir que "la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero", relacionados principalmente con la actividad humana.

Michael E. Mann, climatólogo de la Universidad Estatal de Pennsylvania, señaló que el grueso de la evidencia sugiere que los cambios solares y los volcanes han contrarrestado levemente el calentamiento por efecto invernadero.

"Lo más probable es que la actividad humana no sea responsable de la mayor parte del calentamiento global, sino de su totalidad, y eso que han existido factores naturales que han empujado levemente en sentido contrario", dijo Mann.

A la hora de citar los hechos y no de acusar a nadie, el Papa se encolumna decididamente detrás de la opinión científica mayoritaria. De hecho, esa parte del documento papal podría servir de programa de estudios de ciencias ambientales básicas de cualquier universidad en la actualidad.

El Papa ofrece una descripción sencilla de una letanía de problemas ecológicos, con el calentamiento global a la cabeza, que incluye también la contaminación del aire y del agua, la deforestación indiscriminada, el derroche de los recursos naturales, y muchos temas más.

Pero cuando el Papa pasa de los hechos a los juicios, su lenguaje es mucho menos medido.

"La Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta, los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven inundados de basura", declara Francisco.

El Papa es cuidadoso y reconoce que se han hecho algunos avances, con leyes medioambientales más estrictas, que en algunos países han contribuido a mejorar la calidad del aire y del agua.

Pero señala -y los expertos ambientalistas concuerdan- que los pobres sufren desproporcionadamente el peso de la contaminación, tanto en los países ricos como en los países pobres. Son quienes menos se han beneficiado del uso de combustibles fósiles, señala el Papa, pero son los primeros que sufren los efectos del aumento de la temperatura global.

Por supuesto que la cuidadosa calibración de hechos científicos que hace el Papa no es ninguna casualidad.

Hace meses que el Vaticano está en contacto con los principales expertos mundiales en la materia. Entre ellos, Hans Joachim Schellnhuber, fundador y director del Instituto Postdam de Investigaciones de Impacto Climático y asesor de primera línea de la canciller alemana, Angela Merkel, en temas ambientales.

Schellnhuber, que es luterano y creció en un pequeño poblado alemán, dijo en una entrevista que estaba muy impresionado por la determinación del Papa para llegar con su mensaje mucho más allá de la feligresía católica, un intento de hablarles, en palabras del propio Francisco, "a todas las personas que viven en este planeta".

La dura lección que aprendieron los científicos en estos últimos años, dijo Schellnhuber, es que presentar hechos y datos concretos sobre el calentamiento global y otros problemas medioambientales no bastó para impulsar un cambio de comportamiento en la opinión pública. Y agregó que los problemas son tan graves y acuciantes que sólo un despertar moral generalizado puede brindar alguna esperanza de resolverlos.

"Hemos empujado al planeta a una crisis medioambiental grave, al punto de que la creación entera está en riesgo", señaló Schellnhuber.

Al alinearse con el pensamiento científico mayoritario, Francisco está abriéndoles la puerta a las críticas que puedan llegar del lado de quienes rechazan esos datos científicos. De hecho, varios de ellos salieron a atacar virulentamente la encíclica incluso antes de que saliera.

Pero las críticas más relevantes de las próximas semanas provendrán tal vez de los expertos en políticas ambientales. Las recomendaciones esparcidas a los largo de la encíclica no parecen tener el meticuloso encuadre que sí tienen sus afirmaciones científicas.

En un extenso párrafo, por ejemplo, Francisco se dedica a criticar el enfoque llamado "comercio de derechos de emisión", que puede usarse para poner un precio a las emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de que muchos economistas medioambientales alientan ese enfoque. Si bien en algunos lugares no funcionó, en otros, como California, ese enfoque ha dado buenos resultados. (La Nación)

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