"No puedo diferenciar los ángeles de los demonios, que se desintegran en mi corazón. No tengo sentimientos normales." Eso cantaba, en 2012, el entonces rapero "L Jinny", que vestía buzos de marcas deportivas y la típica ropa de un joven de familia adinerada londinense.

Salvo esa carencia de "sentimientos normales", nada queda de ese músico de 23 años que soñaba con triunfar sobre el escenario. Ni siquiera su nombre. Hoy, Abdel-Majed Abdel Bary se hace llamar "Jihadi John" por otros militantes de Estado Islámico (EI), usa ropa de combate negra, y su infame y efímera fama se debe a dos actos salvajes, brutales: el degollamiento del periodista James Foley, dos semanas atrás, y, supuestamente, el de Steven Sotloff, ayer.

Hasta el año pasado, Bary vivía en el suburbio londinense de Maida Vale, en el oeste de la capital británica. Miembro de una familia numerosa, es el hijo de un militante en Egipto que está a la espera de un juicio por cargos vinculados con el terrorismo, acusado de atentar contra las embajadas de Estados Unidos en Kenya y Tanzania en 1998, que dejaron un saldo de 224 víctimas mortales.

Según cuentan sus amigos, el talentoso Bary, que tenía un gran futuro en la música, se radicalizó hace algunos meses, tras entrar en contacto con extremistas vinculados con el abogado y activista islamista Anjem Choudary, que llama a aplicar la sharia (la ley islámica) en Gran Bretaña. "Esas personas transformaron a un joven que podría haber sido una gran estrella de rap en un extremista vengativo", dijo uno de sus conocidos.

Al igual que Bary, el gobierno de David Cameron indicó que en el último año otros 500 británicos dejaron sus cómodas vidas en Europa para irse a Siria e Irak y unirse a las filas de EI. Un fenómeno aterrador que desvela cada vez más a Occidente. (Agencias)