¡Mira cómo brillo!
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11/10/2013 12:25 hs

Tercer Tiempo

Río Cuarto - 11/10/2013 12:25 hs
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Hizo de la tragedia de su historia, arte. Se expuso en carne viva para reconstruir su pasado y estar en un tiempo sin tiempo con el hombre que no conoció, pero que reconstruyó. Imagen de una mujer en palabras desde el alma. 

Lucila te mira y estremecen sus ojos verdes, su pelo revuelto y la suavidad y firmeza de su voz que moviliza sentimientos demasiado hondos, quizás por ser parte de una misma generación, quizás porque su historia es la de muchos, la de todos, aunque haya sectores sociales que la invisibilicen.

Lucila es fotógrafa, trabaja en el ex campo de concentración de la ESMA, tiene un hijo, siempre gustó de mirar los álbumes de fotos y de a pedacitos de relatos e imágenes, que la vida se encargó de acercarle, construyó al papá que no conoció porque mientras ella crecía en la panza de su madre, su padre moría en manos del Estado.

Lucila tiene 36 años, su mirar transmite muchas más vidas, demasiadas experiencias, rasguños de dolor y el compromiso por manifestar desde el arte lo que la tragedia siniestra le quitó…
Fotógrafa profesional, egresada de la Escuela de Fotografía Creativa Andy Goldstein, se puede decir que la magia que anida en este ser humano la llevó a construir diferentes obras y muestras con un profundo sentido de la vida. Entre las que se pueden mencionar: Arqueología de la Ausencia, Collage Familia Quieto, Sitios de memoria, Filiación, entre otros.
Lucila abre su alma, habla, y su palabra es imagen de un tercer tiempo que sólo ella pudo captar…

¿Cómo comienza tu historia de hacer arte desde la tragedia de haber perdido a tu padre antes de nacer?
No puedo precisar un momento, en realidad siempre estuvo presente en mi vida el arte como forma de expresión. Desde chica me gustaba la música, la fotografía, siempre miraba el álbum de fotos. Tengo fotos sacadas por mí a los tres años en un picnic con mi mamá y su marido. Siempre hice talleres, pero creo que en un momento particular a los 18 años comencé a estudiar fotografía porque veía que la misma podía el ser el medio de expresión para hablar y expresarme.
Estudié la carrera, profundicé en las técnicas, y en un momento desarrollé un trabajo que fue Arqueología de la Ausencia que pensé y realicé a partir de una necesidad que me llevó 25 años poder plasmar y que era tener una foto con mi viejo que desapareció en el año 76´, antes que naciera. 
Esa imposibilidad de no tener ninguna foto con mi padre fue casi una obsesión en mi vida. La importancia del álbum familiar es el relato de uno mismo con su familia, a mí me faltaban imágenes, entonces en algún momento necesité sintetizar toda esa desaparición y ausencia de mi padre, a través del trabajo fotográfico. Mediante la proyección de diapositivas y la foto logramos concretar esa foto que nunca pudimos tener.
El trabajo de Arqueología de la Ausencia me permitió no sólo contar mi historia personal, sino de toda una generación, después muchos otros hijos e hijas se sumaron al proyecto, me trajeron sus fotos, se fotografiaron.

¿Cómo fue construir esa imagen de tu papá desde la ausencia?
En realidad es una imagen que fui reconstruyendo del relato de sus hermanos, primos, mi mamá, de compañeros de militancia, es una persona que yo reconstruí de las pocas fotos que tenía de él y que distintas personas me acercaron en momentos que compartieron su vida con él. Además me quedó un álbum de estampillas, ese siempre fue un objeto que me ligaba mucho a él, porque tenía que ver con lo manual, era lo que escribía, tocaba, eso me transmitió  algo más tangible, era poder tocar algo que él también manipulado, sin embargo la realidad es que es una persona que nunca voy a terminar de reconstruir porque es imposible, porque no lo conocí.

¿Cómo fue el momento en que recreas esa fotografía, qué sentiste?
Ese trabajo fue de un modo reparador, fue al fin tener esa imagen que había buscado y necesitado ver, era decir tengo una foto con mi viejo, que puedo sumar al álbum familiar y verla, aunque es una construcción entre dos tiempos. la foto es la certificación de lo que de alguna manera Existió. Fue reparador e interesante poder hacerlo con otros compañeros. Todo el proceso fue muy satisfactorio, incluso cada sesión de tomas que ponía con las imágenes de sus padres. Hubo situaciones divertidas, porque era fuerte ver proyectados a los padres en tamaño natural y después lo que cada uno quería, porque eso implicaba fantasear con algo.
Generaste un momento fuera del tiempo.
Yo hablo que en esa foto se genera un tercer tiempo, irreal ficticio, pero que se logra.

¿De qué se trata la muestra que presentaste en el Estudio F8?
La muestra Filiación tiene varias partes, de Arqueología de la Ausencia, Registros de Sitios de Memoria de campos de concentración en Argentina en la dictadura. Yo trabajo en el Archivo Nacional de la Memoria donde fue la ESMA, trabajo con material de archivo y también generamos material audiovisual. Uno de los trabajos que hicimos fue el registro de algunos lugares que fueron campos de concentración por diferentes motivos, porque había inspecciones oculares previa a los juicios, había recorridas con jueces, fiscales, organismos de derechos humanos, sobrevivientes, el equipo de antropología forense, en estos grupos de trabajo íbamos y dentro de lo que yo tenía que hacer para el archivo sacaba fotos que me quedaban para mí, quería tener algo de ese lugar.

¿Estuviste donde torturaron a tu papá?
Estuve en coordinación federal donde funciona la policía federal, mi viejo estuvo allí detenido por lo menos una semana, hay testimonios de sobrevivientes que lo vieron. Allí está la policía de inteligencia y en el cuarto piso en medio de los pasillos y oficinas hay una rampa, ahí funcionaba un centro clandestino. La verdad es que fue impresionante, porque cada campo de concentración que recorrí te impacta por lo siniestro,  por lo burocrático y cotidiano que se volvió todo. Este edificio de inteligencia, de superintendencia de la policía, queda a 4 cuadras del congreso, mientras la policía trabajaba en tareas administrativas, en el cuarto piso había un campo de concentración, donde torturaban y mataban gente, al lado funcionaba una oficina.
Cuando yo fui a la Esma creí que el campo de concentración estaba en un galpón en el fondo, y en realidad estaba en el último de los edificios que daba hacia Avenida del Libertador, al lado de una escuela secundaria técnica donde continuamente había circulación de gente y además donde estaban los detenidos funcionaba el casino de oficiales y en la planta baja vivía  el jefe de la escuela de mecánica de la armada, Chamorro, los oficiales, suboficiales y en el cuarto piso y en el tanque de agua estaban los detenidos, mientras que en el sótano había salas de tortura y trabajo esclavo. Todos circulaban por el mismo lugar. Era algo muy perverso, muy terrorífico.

Te expusiste en carne viva, no sólo te metiste en la foto, sino que transitaste los espacios donde estuvo tu papá, ¿cómo te sostuviste?
De diferentes maneras, yo siempre tuve la contención afectiva, psicológica de mi familia, de mi mamá, que me contó la verdad de que mi papá era militante político, que militaba en montoneros, que lo secuestraron los milicos, siempre supe la verdad, eso te pone en un lugar de certezas y de seguridad, uno sabe de dónde viene, quién es tu familia, de dónde viene, eso te sostiene.
En la década del 90´ milité en Hijos que fue súper importante para todos los que transitamos o siguen estando en esa agrupación y para todos los colectivos de Hijos que surgieron con diferentes visiones. Quienes teníamos entre 15 y 30 años fue importante la identificación, conocernos entre compañeros, había una sensación de hermandad y comprensión. Eso fue un sostén afectivo, político, porque en los 90´ Hijos fue una organización política muy importante para todo lo que vino después y todo lo que se desarrolló después del 2001.
Esos lugares forman parte de mi historia familiar y de la historia que nos tocó como sociedad como país. No es fácil trabajar en  la Esma y jamás me olvido donde estoy y el significado que tiene. Considero una responsabilidad poder trabajar ahí, poder aportar a la construcción de la memoria y al relato de la historia desde el lugar desde donde yo lo puedo hacer.  El sostén viene de varios lados, también del trabajo por la construcción y la transmisión de la historia.

Por Laura A. Pereyra 

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