La primera vez que salí a bailar se quedó despierto hasta mi regreso. Lo encontré en la cocina, tomamos mates y nos quedamos charlando sobre mujeres. Le conté que Emma no quiso bailar conmigo. Me pasó la mano por la cabeza y dijo que nos fuésemos a dormir. Así era mi viejo, puro gesto y comprensión.

Una noche llegué a casa con un ojo negro. A pesar del hielo, no conseguí disimular la hinchazón. Era más una mancha a mi hombría que a mi cuerpo. Cenamos serenos hasta que me pidió que le contase lo ocurrido ¿Fue una pelea por una mujer o por otra cosa? Nunca le conté la verdad, dije que fue una discusión por Atenas. Luego me preguntó por Emma. Sospecho que él siempre lo supo. Así era mi viejo, piadoso y astuto.

Amigo de la radio por la mañana y por las tardes de domingo cuando jugaba el Boca de Madurga. En el boulevard mientras esperábamos una pizza de Schiaffino, me señaló a un hombre, me dijo que era Alfredo Dilena, el locutor-tango. Lo miré como se miran a los personajes famosos, a los artistas. Otra vez, en el pasaje Dalmasso le dio la mano a un muchacho que recién comenzaba, me dijo “es el Nico Florio, va a andar bien”. Nunca más me olvidé de esos rostros. Así era mi viejo, formal y cortés.

El tango te espera, acordate, en pocos años lo vas a descubrir. Siempre lo decía. Es cierto, Gardel cada día canta mejor y Goyeneche me recuerda al Indio Solari. Nunca nos pusimos de acuerdo con la música. En un viaje a Salta acordamos intereses, escuchamos a Piazzola, fue una concesión mutua. Así era mi viejo, moderado y conciliador.
Eligió un domingo para morirse. Mientras miraba la tele, el corazón se detuvo. Creo que ya no quiso dar pelea. Ya no contaba con Emilia, su compañera de toda la vida, ella había decidido marcharse una noche de tormenta algunos años antes. Murió sentado en su silla de todas las tardes.
A veces, cuando tengo un ojo negro, manchado de tanto pelearla a la vida, me gustaría ser recibido con un mate de madrugada y sentir que mi padre me acaricia la cabeza y me dice vamos a dormir.

Así era mi viejo, nostalgioso y sentimental…
Así se me vino la vida.

Ahora, algunas noches escucho tango y a pesar de vivir en un país de juguete, con tipos que se empeñan en quitarnos la ilusión, con esta pandemia ladina, sigo lleno de esperanzas y buscando el camino que los sueños prometieron a sus ansias…

R.L.