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19/10/2018 08:14 hs

No existe "la paradoja de la igualdad de género": es que aún no hemos logrado comprenderla

- 19/10/2018 08:14 hs
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Uno de los datos más curiosos y contraintuitivos de la lucha por la igualdad de género es que, conforme esta crece, las preferencias entre hombres y mujeres se hacen más diferentes

La evidencia disponible es testaruda y ahora un nuevo estudio vuelve a confirmar que esto ocurre en casi 80 países.

Como explicaba Gemma Goldie, un ejemplo muy visual es que, "en los países con menos igualdad, como Arabia Saudí, las mujeres son alrededor del 45% de los graduados en informática. En cambio, en países como Suecia son menos del 15%". Suena paradójico, soy consciente. Pero lo que confirma es que no tenemos nada claro lo que está ocurriendo aquí.

¿Qué es la paradoja? Efectivamente, en una primera lectura, este trabajo refuerza lo que se conoce como "la paradoja de la igualdad de género": la brecha entre hombres y mujeres en las preferencias personales (las relacionadas con la gestión del tiempo, el riesgo y las interacciones sociales) crece, se amplía y se profundiza en sociedad donde la igualdad de género y el desarrollo económico son mayores. Es decir, que apostar por la igualdad, nos hace más diferentes.

De Marte y de Venus. Y lo cierto es que no se trata de un tema menor, este fenómeno nos ayuda a tener una idea más precisa sobre las profundas diferencias que existen en los trabajos que desempeñan, las inversiones que realizan o las decisiones educativas que toman hombres y mujeres. Hasta ahora sabíamos que la brecha socioeconómica tiene mucho que ver con la "paradoja", pero seguíamos sin entenderla correctamente.

Es real. Como digo, el trabajo de Armin Falk y Johannes Hermle comparando la brecha en preferencias, el desarrollo económico y la igualdad de género confirma la existencia del fenómeno. Para ello, usaron una encuesta con más de 80.000 participantes en 76 países con la que evaluaron las preferencias en base a diferentes factores (como la voluntad de asumir riesgos, la paciencia, el altruismo o la reciprocidad positiva); por otro lado, cruzaron esos datos con el PIB y los niveles de desigualdad de género de sus países de origen.

La clave. Sí, es una cuestión de dinero e igualdad, pero hay algo más. Las grandes diferencias en las preferencias observadas tiene su base en la mayor capacidad de autoexpresión femenina y en su mayor capacidad para resistir la influencia social. Es decir, de nada sirve la riqueza y la igualdad, si eso no se transforma en una libertad efectiva para las mujeres. Y esa clave es crucial. Porque nos ayuda a comprender que, en realidad, no entendemos el problema.

Hay un elefante en la habitación de las ciencias sociales de la igualdad de género y no somos capaces de explicar: cómo diablos se desarrollan las preferencias personales. Carecemos de una teoría sólida para explicar cómo se desarrollan las preferencias en contextos sociales, económicos y culturales diversos. Sin ella, no podemos saber si las políticas de igualdad están permitiendo mayores cotas de libertad (y por lo tanto no hay 'paradoja', sino simples prejuicios previos) o, en cambio, no llegan a arañar la superficie del problema (y tenemos que repensar todo lo que estamos haciendo).

Cero paradojas. No se trata, pues, de una paradoja: se trata de que nuestras ideas sobre todo esto (bien sea por la parte de los medios o bien por la de las expectativas) eran demasiado superficiales. Lo que está claro es que tenemos que reflexionar sobre cómo pensamos estos problemas.
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