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23/08/2019 10:26 hs

Aumentó el número de merenderos en Río Cuarto

Río Cuarto - 23/08/2019 10:26 hs
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La cantidad de merenderos creció en los últimos años de 100 a 150, sólo entre los que asiste la Municipalidad.

María Eugenia (segunda parte)
Gastón Chiesa (segunda parte)
Gastón Chiesa (primera parte)
María Eugenia (primera parte)
Analía Ramón
En los últimos tres años los merenderos aumentaron su número, según datos oficiales pasaron de 100 a 150, sólo entre los que asiste la Municipalidad.

Además, se estima que hay al menos otros cincuenta que funcionan con organizaciones que no reciben apoyo del estado o particulares que, sensibilizados, hacen sus propias copitas.

Gastón Chiesa, de la Fundación 2030, realizó un estudio sobre el funcionamiento de las copitas de leche.

“Allí los niños realizan tareas de juegos, los deberes, tareas religiosas y es muy interesante ver el proceso de cohesión social. Pero quienes trabajan en los merenderos observan que hay una dificultad de retener a los niños, porque aproximadamente a  los 13 años dejan de asistir de esta institución y es un problema grave porque las opciones a estos niños es que van porque sus padres trabajan, o no los puedo cuidar, entonces esos niños se encuentran con una situación muy desprotegida a nivel institucional”, comentó Chiesa.

La alimentación en los niños sin embargo está entrelazada con una  problemática muy compleja que incluye salud, educación, violencia familiar, adicciones, desempleo y una lista larga de la que Analía Ramón, del merendero Rayito de Sol, de barrio Alberdi, retrata como una radiografía social.

En diálogo con Radio Río Cuarto comentó que las necesidades nunca acaban, “siempre se necesita la colaboración de los ciudadanos y que el municipio se haga cargo de lo que necesitamos para abastecer a la gente del barrio, trabajamos con 50 familias, tenemos 90 niños y necesitamos calzado, abrigo, pasamos un invierno muy duro, necesitamos colchones, trabajamos con la gente en situación de calle”.

Ana comentó que desde el merendero “Rayito de Sol” se está haciendo una huerta, realizan talleres de fútbol, kung fu, rugby, manualidades, “estamos haciendo un trabajo social bárbaro y necesitamos que el municipio nos de lo que nos hace falta, no migajas, que se de lo que sea digno para la gente, que no se negocie, porque esto es una emergencia social. Nos hace falta dar apoyo escolar, hay chicos que no son tratados en salud, necesitamos ayuda contra la violencia hacia la mujer”, remarcó la colaboradora.

Ana relató que es normal que se queden sin gas, como en el día de ayer que sólo pudieron hacer la salsa y le dieron una bolsa de arroz a cada persona para que lo cocinara en su casa. “La situación de quedarnos sin gas es normal, nos cuesta solucionar mucho estos temas, pero nos gusta hacerlo, y sabemos que cuando algo nos falta estamos todos unidos”.

El merendero “Rayito de Sol” está preparando el festejo del Día del Niño en el campo grande y necesitan la colaboración de la gente

Chiesa relevó que el estado está presente. En el trabajo realizado en los merenderos o copitas de leche se observa esta presencia.

“El Estado está bastante presente, las distintas áreas sociales del Estado tienen un fuerte vínculo con los comedores, les dan bolsones de alimentos y así les preparan las comidas para los niños, en algunos casos dos comidas y en otros cuatro”.

Pero a medida que pasan los días crece la cantidad de nuevos pobres y de nuevas personas que están en situación de indigencia. La ayuda es una frazada corta porque las urgencias van cambiando.

"Lo que hoy es urgente mañana dejará de serlo porque hay otra situación más grave y comienza una cadena de postergaciones entre los postergados".

Desde la Municipalidad se asegura que están ayudando a los que más necesitan, pero sólo hace falta asomarse al mundo de las necesidades para ver el drama del hambre.

María Eugenia Ortiz tiene cinco chicos, está sola con ellos, y le pelea a la vida con 8 mil pesos por mes.
 
El jueves en el comedor donde María Eugenia retira la comida para sus niños se quedaron sin gas y empezó una peregrinación que la llevó por varias casas hasta poder asegurarles el plato a los nenes. No todos lo pudieron hacer.

“Este merendero nos ayuda con la comida, con la merienda, útiles, ropa, hace 2 años que venimos, desde que abrieron. Cobro 8 mil pesos con la asignación y con eso subsisto, le compro cosas para el colegio, lo que necesitan. Soy sola y tengo que cuidar a los chicos. Acá me ayudaron a que la Municipalidad me diera el bolsón. De lunes a viernes llevo la comida de acá y los otros chicos comen en el comedor”.

Eugenia comentó que “tironea” para pagar, “la luz me sale 1500 pesos y es mucho eso, en el invierno compro dos garrafas para calentar a los chicos. Con la asignación les compré las camas, zapatillas, les hice una cocina, tengo una habitación. Yo trato de que coman, pero hay chicos que pasan de largo las comidas”.

Los merenderos parecen ser apenas la puerta de ingreso a un mundo de necesidades donde el Estado, y los propios vecinos, pese a su voluntarismo, están bastante lejos de resolver.

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