Control de multitudes
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30/10/2016 10:44 hs

Vidal, Massa, Larreta y Monzó, juntos para mitigar el desorden político

- 30/10/2016 10:44 hs
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Los cuatro compartieron un almuerzo que fue una verdadera cumbre política, con miras a las elecciones legislativas del año que viene

El jueves al mediodía, en la más absoluta reserva, almorzaron en el Hotel Four Seasons María Eugenia Vidal, Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta y Emilio Monzo. O sea, el hasta ahora único líder constituido de la oposición, los dos dirigentes más importantes del partido de Gobierno después del Presidente y el jefe de los diputados.

Del encuentro sólo había trascendido hasta ahora, a través de redes sociales, las imágenes de Vidal y Massa saliendo por separado del hotel, reduciendo el motivo del encuentro al acuerdo legislativo bonaerense, cuando en realidad se trató de una cumbre política sobre las elecciones 2017, y el futuro del Gobierno y de la oposición. Se conversó también sobre los presupuestos, el nacional y el provincial para lograr aprobarlos lo antes posible -versión real de la reunión entregada a este periodista luego de la consulta-, pero el tema de fondo fue la estabilidad política, en una semana donde la dispersión y el desconcierto le ganaron al orden.

Mientras un secretario, celular en mano, confirmaba a viva voz en una mesa en la antesala, los nombres de los asistentes, sobrevoló la reunión una encuesta de Hugo Haime sobre la provincia de Buenos Aires contratada por la actual conducción política del PJ. Con estos números comenzó la comida: Massa lidera las encuestas en Buenos Aires para el año que viene a senador, el segundo lugar es para Cristina-Scioli y el tercero para Cambiemos-Elisa Carrio-Jorge Macri.

Vidal tiene una friolera de 63% de aprobación de gestión en la gobernación -porcentaje histórico- con otro dato significativo: el 36% de los que votaron al FPV en la segunda vuelta 2015 la apoyan. Vidal está perforando la base peronista.

Se habló de Elisa Carrió -cómo no hacerlo- y de que no tiene responsabilidades y del rol de Massa. ¿En la reunión surgió la iniciativa de evitar una radicalización del fundador del Frente Renovador que complicaría seriamente la vida parlamentaria del gobierno en el Congreso nacional y en la Legislatura Bonaerense? Entre otras cosas. Y qué hacer con el kirchnerismo, sobre todo en Buenos Aires, donde mantiene un alto apoyo. Una especie de rediseño del sistema político, en el que de un lado se ubica el presente y futuro -lo que incluye oficialistas y opositores- y del otro, el pasado, el mundo K.

Dato: no es la primera reunión entre Vidal y Massa. Fue la segunda.

La cumbre del Four Seasons tuvo lugar en un contexto que la explica: la semana paso fue el ejemplo de un desorden político general que venía gestándose hace más tiempo. Y una nota de alerta para el gobierno nacional. No es tarea de Vidal y Larreta, con bastantes realidades locales para atender, tener encima que ocuparse de la situación política del país. Esa es tarea de Marcos Peña, ahora de Mario Quintana y eventualmente de Rogelio Frigerio. Es decir, el gobierno nacional. Bien por Vidal y Larreta, pero la presencia de ambos denota una falta de política en la Casa Rosada que alarma.

El cuadro político de la semana permite que se entienda con mayor claridad el reclamo de inversores, analistas financieros y gobiernos extranjeros al gobierno: antes de tomar la decisión de volver a apostar el país, se deben dar muestras de estabilidad política.

Sucede que el virus de la dispersión política no solo está afectando al Gobierno. Cierto es que Macri no es un presidente clásico y que no está encima de las movidas políticas ni de las negociaciones parlamentarias. El liderazgo de Macri es empresarial: se hace lo que decide, pero en un tono de reunión de directorio, en un lenguaje y formas diferentes a los de la política. Los dirigentes políticos, más los argentinos, necesitan ser conducidos. No persuadidos. Algunos integrantes del gabinete se mueven con libertades que a veces sorprenden por la falta de orden y se eso se nota públicamente, cuando deben enmendarse uno a otros.

Ajustado al estilo del Presidente, su jefe de Gabinete no podía ser otro que Marcos Peña, pero dejar el problema sólo en Cambiemos es un reduccionismo que no se ajusta a la realidad. La oposición está casi libanizada y los ejemplos sobran, como el caso de la AFA y la dirigencia del fútbol. O del peronismo en la legislatura bonaerense que representa una cantidad importante de legisladores imposibles de unir bajo una misma batuta. La única actividad ajena al cuadro general es el sindicalismo, unido con alfileres y por el dinero que el gobierno macrista le entrego para mitigar el otoño, el invierno y cualquier alocada idea de ir a un paro.

Comencemos por la excepción, los sindicalistas. El Presidente les entregó en un acto público en el mes de agosto la friolera de $2700 millones en efectivo y casi $20.000 millones en concepto de deudas de diferente tipo y color de las obras sociales. Así como la derrota desune, el dinero une. Atildado y pulcros siguieron al pie juntillas el minué de la Casa Rosada. Fueron a media docena de reuniones y sobreactuaron una negociación que nunca existió, al cabo de la cual consiguieron el famoso Bono de fin de año y que un carpintero consiguiera trabajo extra fabricando la "mesa" del diálogo con los empresarios. A cambio, el silencio más ruidoso de la historia moderna para el gremialismo local sobre lo que está pasando, y homenajes en vida para Jorge Triaca Junior. Un sindicalista ironizaba esta semana al respecto: "Menos mal que gobierna Macri. Si estuvieran vivos Perón o Kirchner nos hubieran mandado a casa a tomar la sopa con el 10% de los que nos dieron el chico Triaca y el Colo Santilli". La referencia al vicejefe de gobierno porteño tiene una razón: la relación entre Macri y Hugo Moyano es, desde hace tiempo, responsabilidad de Santilli.

La justificación de que el desorden en el escenario político es consecuencia de que se está ingresando en el año electoral suena a genérica y superficial. Veamos un caso: el jueves, en el encuentro del Four Seasons, Vidal y Massa volvieron a hablar de la renovación del acuerdo de gobernabilidad en la legislatura bonaerense. Massa, uno de los líderes políticos que más está encima de su tropa, y que escucha, pero decide, explicó que sus propios diputados provinciales estaban molestos por los coqueteos de PRO con el peronismo y que ahora debía convencerlos de renovar el acuerdo por un año más. Si bien se descuenta que los diputados renovadores harán lo que Massa finalmente diga, es un síntoma del clima.
 

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