Por primera vez en décadas, la idea de que el mundo avanza siempre hacia elbienestar del ser humano se desmorona poco a poco. El planeta no es hoy un lugar mejor que ayer. El sistema de protección de derechos humanos necesita ser protegido. Los Estados, que deberían defenderlo, son los que más lo lesionan. Esta conclusión, cada vez más extendida, impregna el Informe 2015/16 que ayer presentó Amnistía Internacional.

Desde la Segunda Guerra Mundial, no se daban tantos abusos en una supuestadefensa de la seguridad nacional, que parece justificarlo todo. Más de 122 países ejercieron la tortura y más de 30 obligaron a personas refugiadas a regresar a zonas de guerra contra su voluntad. Esta tesis orwelliana se fundamenta en datos terribles: en 113 países de un total de 194 en todo el planeta se restringió arbitrariamente la libertad de expresión. El número de personas que ha huido de su hogar alcanza los 214 millones, el equivalente a la población del quinto país del mundo. Además, 156 defensores de los derechos humanos fueron ejecutados en lugares de detención o asesinados en plena calle. El 55% de los países tuvo juicios injustos y 61 mantienen encerrados a presos de conciencia. Y eso, sin contar con las incontables salvajadas de grupos terroristas como Estado Islámico, cada vez más obsesionado con el uso de niños y niñas bomba o como esclavos sexuales.

Antonio Guterres, ex alto comisionado para los refugiados de la ONU, asegura que "hay una falta de solidez del sistema internacional frente a la crudeza de los golpes y las dificultades". La Primavera Árabe, una de las mayores demostraciones de hartazgo jamás vistas en una decena de países, fue aplastada de forma brutal por parte de los Estados y sus consecuencias están más sangrantes que nunca con total impunidad. "Los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU deben abstenerse en su derecho de veto cuando se tratan desituaciones de crímenes atroces a gran escala", dice Guterres.

Los ejemplos de estos ataques a los derechos humanos y al sistema que debe protegerlos son innumerables. La geografía de la deshumanización se extiende a varios continentes: Arabia Saudí ha reprimido de forma brutal a quienes se atreven a defender reformas democráticas. Y lo hace con armamento vendido por países occidentales. Entre ellos, España. En Burundi aún no saben cuántos cuerpos contienen las fosas comunes llenas de disidentes que proliferan por todo el país. En China, la persecución ejercida contra los abogados mantiene a cientos de ellosentre rejas sin acusación alguna. En Egipto, la dictadura de Al Sisi ha detenido a miles de personas que ejercían la crítica de forma pacífica en nombre de la seguridad nacional. A muchos de ellos se les ha condenado a muerte sin conocer ni siquiera sus cargos.

En Francia, la nueva ley antiterrorista supone uno de los mayores recortes de libertades de su historia al legitimar redadas y detenciones sin orden judicial. Y eso, sin contar con el gran fracaso europeo que ha sido la gestión de la crisis de los refugiados, con la construcción de muros y el nulo respeto de todos los tratados internacionales de asilo y rescate en el mar. Y qué decir de Rusia yEstados Unidos, responsables de sendos bombardeos a hospitales enAfganistán y Siria.

"La ONU fue creada hace 70 años para preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra", dice Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional. Pero "el conflicto sirio es un ejemplo de las catastróficas consecuencias que tiene el fracaso sistémico de Naciones Unidas y todo el entramado creado paraproteger al ser humano de sí mismo".