El sueño de muchos refugiados de llegar a Europa por el Círculo Polar Ártico se congela. Este verano, el drama de la guerra en Siria encontró una vía de escape por encima de la latitud 66º. Entonces comenzaron a llegar cientos de refugiados a Noruega a través de su única frontera con Rusia, la de Storskog, y lo hacían en bicicleta porque, según el acuerdo fronterizo entre ambos países, está prohibido hacerlo a pie. Frente a la tragedia del Mediterráneo, la epopeya del Ártico -una ruta más larga, pero también más segura e incluso más barata- se ganó los titulares de la prensa internacional, diseminados por las redes sociales.

Pero las bicicletas son para el verano, advierten las autoridades noruegas. Pronto llegará la noche polar, las temperaturas en Storskog ya bajan de cero y la nieve tapiza desde hace semanas esta frontera remota de 196 kilómetros. Aun así, el flujo de refugiados -con cifras medias que oscilan entre los 200 y el centenar diarios- continúa, frente a la decena registrada en todo 2014, y a los "dos o tres" del año anterior.

"Estamos muy preocupados. Finmark (la provincia donde se ubica la frontera) está muy al Norte y está llegando el invierno. Hasta ahora el clima no ha sido extremo, pero allí las temperaturas bajan a 20 grados bajo cero en una sola noche, hay tormentas de nieve y puedo asegurar que una bicicleta no es lo mejor para enfrentarse a una de ellas. Nos preocupa que la gente muera. Los refugiados han visto esta ruta hasta Europa como segura. Eso va a cambiar. Puede ser extremadamente peligrosa, más incluso que cruzar el Mediterráneo", advertía esta semana el secretario de Estado de Justicia noruego, Jørnan Kallmyr, del Partido del Progreso, la formación política caracterizada por su discurso anti-inmigración que gobierna junto con el Partido Conservador.

"No sabemos qué instalaciones tienen en Rusia", proseguía en su mensaje emotivo el político. Quien sí lo sabe es el alcalde de Soer-Varanger, Rune Rafaelsen, que la semana pasada visitó la localidad rusa de Nikel, que al ser la más próxima a la frontera es donde los refugiados aguardan para alcanzar el sueño de Europa: "Vi a gente llorando, vi niños, bebés", le contó a la agencia Reuters.

Mientras Kallmyr convocaba a la prensa extranjera en Oslo para "alertar y evitar tal situación", la primera ministra Erna Solberg, que descarta cerrar la frontera pese a algunos llamamientos, buscaba apoyo en el Parlamento para pasar con urgencia nuevas enmiendas en la Ley de Inmigración, "porque la actual no está diseñada para la situación de hoy día", según informó la televisión pública NKR. "Queremos introducir un sistema en el que tengamos autoridad legal para rechazar aplicaciones de gente que ha residido en Rusia y devolverlos rápidamente", añadía.

En ese sentido, el mensaje de Kallmyr fue claro: "Consideramos a Rusia como un país seguro, no concedemos asilo a ningún ciudadano ruso, y existe un principio en la ley noruega -el llamado Principio de Primer País- que también es internacional, y se recoge en la Convención de los Refugiados. Así las cosas, a cualquiera que ya tenga permiso para residir en un país seguro se le negará la condición de refugiado en Noruega", dijo. Para sentenciar: "Y eso incluye, de acuerdo con la ley noruega, a quienes tengan una visa de tránsito".

Última parada: Kabul

"Al principio eran mayoritariamente gente rica y familias huyendo de la guerra de Siria. Muchos estaban en la edad de ser llamados a filas por lo que tenían miedo de convertirse en carne de cañón del Ejército de Bashar Asad, también había muchos médicos". Así describe un traficante de personas en Rusia a los sirios que transportó hasta la frontera con Noruega, que anónimamente relató su historia al blog ruso Bloger51, según recoge 'The Independent Barents Observer'.

Los titulares internacionales, añade, pusieron en el mapa esta ruta alternativa cuyo precio ronda los 2.500 dólares, vuelos hasta Murmansk incluidos, con escala en Beirut y Moscú. La bicicleta -muchas veces infantil- con la que recorren el último tramo fronterizo cuesta entre 200 y 400 dólares. "Dos semanas después del aumento explosivo del número de refugiados, un hombre sirio me mostró un post de una red social con las instrucciones paso a paso sobre cómo llegar a Noruega desde Murmansk", prosigue esta persona, que se considera inocente: "Viajo por territorio ruso y no violo ninguna ley". "Me piden transporte y yo se lo proporciono.Si un extranjero quiere abandonar este país, tiene todo el derecho a hacerlo", sostiene en sintonía con el discurso de las autoridades diplomáticas rusas en Noruega, si bien existe un diálogo correcto tanto entre ambos países, como en la comisión fronteriza que vigila el tratado que regula la frontera.

El caso es que si bien en un principio esta ruta la usaban exclusivamente sirios huyendo de la guerra, la mayoría desde hace meses tienen origen afgano, muchos de los cuales -unos 2.500- portan un documento que acredita que han sido expulsados de Rusia, prosigue Kallmyr. "Eso implica que puede que que no podamos devolverlos a Rusia, pero sí a Kabul, capital del país al que devolvemos más solicitantes de asilo", añade. Según el Servicio de Inmigración noruego, 500 ya han sido repatriados desde el año pasado.

Fría acogida nórdica

La devolución de refugiados a Rusia o su repatriación es una de las 15 medidas propuestas por el Gobierno noruego -que, además, desviará parte de su ayuda al desarrollo en África para atender a los 30.000 refugiados previstos este año- paraendurecer las políticas de asilo, incluida la rebaja de beneficios sociales, en la misma línea de lo hecho en Dinamarca desde 2001.

Siguiendo el ejemplo danés, que ha logrado que sus solicitantes de asilo desciendan, también planean anunciarse en la prensa de los países vecinos a Siria con las nuevas políticas de asilo y se ha lanzado un perfil oficial de Facebook para diseminar el mensaje, idea que también quiere poner en marcha Finlandia, así como la formación de extrema derecha Demócratas Suecos.

A los pocos días de su lanzamiento, se tuvo que cerrar la opción de dejar comentarios para evitar 'trolls', pero también opiniones que incitaban al odio. "También estamos preocupados por la extrema derecha", añadía Kallmyr. "Tenemos que prevenir lo que ha ocurrido en Suecia". Se refería a la ola de incendios de asilos que acogen refugiados en el país vecino. Aquella misma noche, en Noruega, ardía el centro de refugiados de Hemsedal.