Mientras se mantenga el cepo al dólar, o sea los controles para acceder a la compra de la divisa americana, es difícil pensar que la economía argentina atraiga inversiones y genere crecimiento y empleo. Sin embargo, levantarlo representa todo un desafío ya que para hacerlo es necesario contar con un stock de reservas razonable y tener un tipo de cambio que no es el actual. El gran temor es que inicialmente haya una fuerte depreciación del peso, es decir, una suba exagerada en la cotización del dólar, tal que la misma se traslade a precios y que se genere un nuevo espiral de precios, salarios y tipo de cambio.

Es opinión casi unánime en la profesión que nos abraza a los economistas que, a la larga no va a quedar otra opción que sincerar el atraso cambiario y que cuánto antes se haga, mejor. Esto es, será necesario actualizar de hecho el valor del dólar. Pero, al mismo tiempo, se deberá instrumentar un programa económico que sirva para anclar las expectativas del dólar y que genere confianza para atraer inversiones. 

La pregunta del millón es: ¿se puede levantar el cepo rápidamente? Ciertamente no se puede al tipo de cambio actual ya que no alcanzarían las reservas del Banco Central para atender las ventas de dólares. Esto implica que para hacerlo habrá que tener un tipo de cambio realista y que permita equilibrar las cuentas externas, en particular, por las presiones que sobre el tipo de cambio pueden a llegar a generar la cobertura de pagos por atrasos en materia de importaciones (cerca de US$ 5.000 millones) como de los dividendos de las empresas extranjeras que no han sido girados al exterior (casi US$ 10.000 millones) más las demandas de dólares ahorro o de especulación que podrían generar aquellos que quieren probar la fortaleza del nuevo esquema cambiario.

Por otro lado, también algunos economistas sugieren que se podría formalizar el desdoblamiento cambiario, esto es, reconocer la existencia de dos precios para el dólar, como transición del actual esquema a uno sin cepo. En ese sistema habría un tipo de cambio comercial que seguiría controlado por el Banco Central, que sería relevante para fijar el precio de los bienes que se importan y exportan, y otro tipo de cambio financiero, que sería flexible o libre y que se usaría para cumplir los compromisos de la deuda pública, ingresar capitales, turismo, compras en el exterior y/o ahorro.

El actual gobierno no tiene márgenes políticos ni económicos para ganar credibilidad en la regeneración de expectativas para una salida ordenada del actual esquema cambiario. Será el próximo Gobierno quien, sin prisa pero sin pausa, instrumente una salida creíble, consistente y sustentable en el tiempo. De la suerte que tenga se derivará el éxito de su gestión económica.

Por Flavio E. Buchieri