El éxodo no se detiene. A menos de dos semanas de la peor hecatombe en el mar Mediterráneo -cuando entre 750 y 900 personas murieron en un enésimo atroz naufragio en el Canal de Sicilia-, con condiciones meteorológicas cada vez más favorables, aumenta en forma exponencial la cantidad de desesperados que intenta llegar a las costas de Italia.

En las últimas 48 horas, en diversas operaciones y al margen de recuperarse 10 cadáveres, fueron rescatados casi 6000 inmigrantes. Un número enorme que revela un fenómeno de proporciones bíblicas, subestimado por la Unión Europea (UE) -que sigue sin querer enfrentar la raíz del problema-, y que Italia afronta, como puede, sola.

Diecisiete operativos salvaron anteayer a 3700 personas, la mayoría africanos que zarparon como siempre en precarios gomones desde Libia, país en el cual reina la anarquía desde la caída de Muammar Khadafy en 2011. Fue uno de los balances más elevados de los últimos años para una única jornada.

Pero confirmando que el flujo es incesante y que no son exagerados quienes calculan que en Libia hay un millón de personas listas para partir, los medios de rescate interceptaron ayer a otros ocho gomones y cinco barcazas que llevaban poco más de 2150 personas. Es decir, un total de casi 6000 personas rescatadas en un sólo fin de semana.

La policía italiana arrestó a tres "scafisti", como se llaman aquí a los traficantes que lucran con los "viajes de la esperanza", que cobran un mínimo de 1000 dólares por cabeza. En el puerto de Pozzallo, de la provincia de Ragusa, sur de Sicilia y en otros centros de la isla, se preparaban para el desembarco de otra oleada de inmigrantes.

Según destacó el comisario de inmigración de la UE, Dimitris Avramopoulos, la operación conjunta del bloque, llamada Tritón, contribuyó "a socorrer a los migrantes y a salvar muchas vidas". "Es una primera señal de que el aumento de la solidaridad y la cooperación en el Mediterráneo empieza a dar resultados tangibles."

Luego del peor naufragio jamás ocurrido en el Mediterráneo, hace menos de dos semanas, en una cumbre extraordinaria la UE resolvió reforzar en medios y presupuesto la operación Tritón, considerada a todas luces insuficiente. Tritón reemplazó a fines del año pasado la operación Mare Nostrum, exclusivamente italiana, puesta en marcha por el gobierno del entonces premier italiano, Enrico Letta, para salvar a los desesperados que intentan cruzar hacia Europa, luego del atroz naufragio a pocas millas de Lampedusa de una barcaza en la que murieron más de 360 migrantes, en octubre de 2013.

Pero reforzar Tritón es considerado insuficiente. Aunque todo el mundo coincide que por supuesto hay que salvar a los desesperados que huyen de situaciones de guerra y hambre, ningún país de la UE está dispuesto a abrir sus puertas para recibirlos. Pero tampoco nadie está dispuesto a intervenir en Libia, el país desde cuyas costas parten los migrantes, manejados por mafias internacionales que lucran con su desesperación. La inmensa mayoría de los migrantes queda varada en Italia, país que padece una crisis económica dramática y donde, más allá de la solidaridad, la gente siente cada vez más el peso de una situación insostenible.

"¿Por qué Italia es el único país que tiene que recibir a los desesperados y los demás no? Acá ya no hay espacio, aunque los seguiremos salvando porque no se puede dejar morir a otros seres humanos, esta gente no puede quedarse en Italia. Y llegaremos a un punto en que esto explotará", dijo a LA NACION Roberto Puccia, voluntario del Cuerpo de Italiano de Rescate de la Orden de Malta en la isla de Lampedusa. Como muchos otros connacionales, Puccia es desocupado y vive en Vittoria, Sicilia, donde residen legalmente 8000 inmigrantes.

"Muchos desocupados italianos, que pagan impuestos, el alquiler, boletas de luz y gas, ven que a los migrantes les dan ropa, techo, comida, cada uno representa 35 euros diarios. Pero si van ellos a pedir un trabajo les dan una patada en el trasero. Acá, cualquier asociación les da ayuda a los extracomunitarios, pero no a las familias italianas que no llegan a fin de mes", denunció a LA NACION Franco Assenza, periodista local. (La Nación)