Una vez más, como ocurre periódicamente desde hace algunas semanas, una docena de drones sobrevolaron París anteanoche, y aumentó considerablemente la presión sobre las fuerzas del orden, que no consiguen dar con los responsables.

Uno de esos pequeños aviones no tripulados fue incluso perseguido por la policía, que lo rastreó durante varios minutos en la zona nordeste de la capital hasta que fue recuperado por tres o cuatro hombres que escaparon en un auto, reconocieron las fuerzas del orden.

A pesar de la prohibición de todo sobrevuelo de la capital francesa, hace semanas que esos dronesde tipo doméstico aparecen por las noches en las inmediaciones de sitios sensibles como la Torre Eiffel, el Palacio del Elíseo, el Ministerio del Interior, la Plaza de la Concordia e incluso la embajada de Estados Unidos.

Desde el 5 de octubre, se comprobaron "60 sobrevuelos de drones" sobre París, así como sobre varias centrales nucleares en el interior del país, reconoció anteayer el ministro francés del Interior. Bernard Cazeneuve agregó que el gobierno ha tomado "medidas preventivas destinadas a informar a los utilizadores de esos aparatos sobre los riesgos que corren en caso de infracción".

Para hacer frente al misterio, las autoridades recurrieron en noviembre a un grupo de expertos. Recientemente dieron un paso suplementario al crear un grupo de especialistas de la policía. Los primeros debían establecer un plan de respuesta; los segundos, detener a los responsables. Ayer, fue develado a la prensa el paquete de medidas elaborado por los expertos.

Según el proyecto, las formas de interceptarlos son múltiples: electrónicas, físicas y legislativas. Es verdad que la tarea no es fácil: totalmente diferentes a sus parientes lejanos -los drones utilizados con fines militares-, estos pequeños aparatos vuelan a muy baja altura (entre 100 y 300 metros de altitud), están a disposición del público en venta libre y los compradores no están obligados a identificarse.

El éxito popular de esos "juguetes" ha sido tan vertiginoso que, según el instituto GFK que lleva el registro de la comercialización de productos electrónicos, en 2014 se vendieron en Francia unos 100.000 drones de ese tipo. Domésticos o lúdicos, la Secretaría General de la Defensa y la Seguridad Nacional considera que "esos sobrevuelos constituyen una alerta sobre los riesgos potenciales de un empleo inapropiado o malintencionado" de esos drones.

Con ese objetivo, está previsto un experimento "antes de fin de mes" con nuevos medios de detección, como radares (activos y pasivos) orientados hacia la zona aérea que rodea los sitios sensibles y las grandes ciudades. La novedad de ese dispositivo es que debería corregir lo que los expertos llaman "un agujero en la raqueta" de los equipamientos actuales, que son incapaces de detectar objetos que vuelan a entre 50 y 100 metros de altitud. Por otra parte, esos pequeños aviones controlados a distancia -o programados- podrían con el tiempo verse obligados a embarcar un "transponder" que los obligará a comunicar automáticamente su posición en el espacio.

El punto más delicado de los proyectos actuales es la neutralización. En la actualidad, "ninguna solución inmediata es disponible", reconocen los expertos. Desde el punto de vista legal, los especialistas evocan la obligación de instalar un chip en cada drone que permita a las fuerzas del orden desactivarlos a distancia.

El informe evoca asimismo la creación de una matriculación de los aparatos, la formación de quienes los comandan y el reforzamiento de las sanciones que, en la actualidad, pueden elevarse hasta unos 75.000 euros de multa.