Tras la serie de asesinatos a manos de EI, busca el apoyo del Congreso; excluyó el uso de fuerzas terrestres
Lo que se creía que no volvería a suceder pasó. El presidente norteamericano, Barack Obama, pidió ayer facultades de guerra al Congreso para hacer frente al grupo Estado Islámico (EI).
Aunque la ofensiva militar ya existe, así como el tácito aval que la respalda, Obama busca un apoyo expreso y un sello de legitimidad. Ese giro, sin embargo, sacudió a la sociedad y a la clase política del país, al dejar la carga sobre la espalda presidencial. Al hacerlo, las enfrentó con la idea de guerra, una amenaza que los horrorizó en los 12 años que pasaron desde que el ex presidente George W. Bush propuso invadir Irak.
"Una autorización como la que pido mostraría al mundo que estamos juntos en nuestra determinación" de derrotar a los jihadistas, sostuvo el presidente en la carta que dirigió al Capitolio. No habló de límites geográficos en su pedido, pero se entendió que aludía a los terroristas que operan en Siria e Irak.
Consciente de lo que representaba, intentó diferenciarse de su predecesor al aclarar que no pide "operativos terrestres" y que se trata de una operación "diferente", para la que prevé tres años de duración.
El plazo implica la eventualidad de llevar el esfuerzo más allá del final de su mandato para abarcar, previsiblemente, el primer año de quien sea su sucesor en la Casa Blanca.
"Estado Islámico perderá", dijo Obama. La idea incluye la posibilidad del despliegue de "fuerzas especiales" contra EI "si fuera necesario". La formulación del pedido, como que no se fijen límites geográficos o que no se excluya "de forma inequívoca" el uso de fuerzas terrestres, fue tomada como "demasiado ambigua" por legisladores demócratas.
"Quisiera ver que se desecha el uso de fuerzas terrestres y que no se deja nada librado a la contingencia al respecto", dijo el demócrata por California Adam B. Schiff.
De todas formas, el pedido prenuncia un intenso debate. La Casa Blanca intenta aclarar que esto "nada tiene que ver" con las operaciones militares decididas por Bush tanto en Afganistán como en Irak, que dieron paso a años de guerra inconclusa.
Más allá de las cuestiones de legitimidad y de los efectos políticos, el giro de Obama parecía abrir paso anoche a la impresión de que la batalla contra EI no sólo está lejos de terminarse, sino que posiblemente venga ahora la peor parte.
Lo que también se apuntaba es que el presidente está presionado por la seguidilla de asesinatos de cooperantes y civiles que cometió en los últimos días el grupo islamista. Hace sólo 48 horas Obama tuvo que admitir la muerte de la joven norteamericana Kayla Mueller. Su caso había sido precedido por el horrible tormento que tuvo el piloto jordano Muaz al-Kasasbeh, que fue quemado vivo en una jaula.
"EI es un grupo terrorista odioso y horrendo, cuyas acciones están en completo contraste con personas como Kayla", sostuvo Obama. Meses atrás, fue el turno de otros dos periodistas de Estados Unidos, degollados por los terroristas ante las cámaras luego de coquetear con su liberación.
En su mensaje, Obama avanzó en lo que significa la amenaza de EI. "Hoy representa un peligro para el pueblo y para la estabilidad de Irak, Siria y Medio Oriente. Pero también es una amenaza para la seguridad de Estados Unidos", previno.
En su esfuerzo diferenciador, el texto enviado al Congreso incluye la advertencia de que "no se trata de autorizar" el uso militar "en combates terrestres", pero, a juicio de varios legisladores, se puede interpretar que eso podría abrir la puerta a operaciones en tierra de fuerzas o comandos especiales.
"No se trata de firmar un cheque en blanco", dijeron algunos. Otros, en cambio, respiraron aliviados con el giro. "Dan ganas de decir: «¡Era hora!»", sostuvo el demócrata por Virginia Timothy Kaine.
El Capitolio está controlado por los republicanos, que, en conjunto, piden "más firmeza" a Obama, razón por la que ayer se anticipaba una aprobación del pedido..(La Nación)