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09/03/2014 17:00 hs

¿Por qué nos parece ver rostros en donde no los hay?

Internacionales - 09/03/2014 17:00 hs
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Vemos caras en las nubes, en los dibujos de las cortinas o las alfombras, en las tostadas del desayuno, en una mancha o en la pared.

Nuestro cerebro es muy hábil percibiendo rostros donde en realidad no los hay. Estas percepciones ilusorias se denominan pareidolias y son muy comunes. Y ponen también de manifiesto que nuestro sistema visual y nuestro cerebro están adaptados para percibirlas.

Esta tendencia a detectar rostros en lo que simplemente es un estímulo visual ambiguo y aleatorio sin una forma concreta, como una nube, podría tener un alto valor adaptativo. Puesto que las caras tienen gran importancia en nuestra vida social, es más ventajoso verlas casi por todas partes, que dejar de percibirlas. Algo que ocurre en un raro trastorno denominado prosopagnosia (del griego prosopon, rostro, y agnosia, dificultad para reconocer). Es un tipo de «ceguera» específica para reconocer los rostros que incapacita a las personas para formar la imagen de una cara, aunque pueden percibir sus componentes individuales: ojos, boca, nariz...

Algo tan simple como el juego de ver caras en las nubes ha interesado a los neurocientíficos, por el conocimiento que aporta sobre el cerebro. De hecho, las pareidolias con forma de cara indican que el cerebro está trabajando de forma equivocada, emparejando estímulos ambiguos con las representaciones internas de rostros. Y esta ilusión es importante para entender cómo el cerebro integra en realidad las partes de un rosto para que lo percibamos como una cara.

Un artículo recientemente publicado en la revista “Cortex” se ha ocupado de este tema. Que podamos percibir rostros se debe a que hay zona concreta del cerebro encargada de esta tarea: el área fusiforme facial (AFF). Está situada en el hemisferio derecho y es fundamental en el procesamiento exclusivo de los rostros, pero no de otros objetos o formas.

Percepción sesgada

En el experimento, a los participantes les mostraron imágenes ambiguas en las que aparecían puntos en distintas tonalidades de gris. Los investigadores les dijeron que en la mitad de estas imágenes podía percibirse una cara, lo cual no era cierto. El 34% de los participantes fueron capaces de ver caras en las imágenes. El propósito era averiguar si el área específica para el reconocimiento de caras (AFF) se activaba cuando los participantes decían ver en las imágenes de puntos una cara. Algo que comprobaron mediante resonancia magnética. Y en efecto, así fue.

Mientras los participantes tenían la ilusión de ver una cara en los puntos, el AFF se activaba. Y esta activación está relacionada con la vividez con que percibían la cara: Cuanto mayor era la actividad detectada en el AFF, mayor era pareidolia que experimentaban.

Esta área del cerebro es fundamental para unir cada parte de la cara y “formar” un rostro, algo que los expertos en neurociencia denominan procesamiento de abajo arriba.

Esta región específica para el reconocimiento de las caras no era la única que se activaba. También lo hacía la corteza prefrontal, la zona más evolucionada de nuestro cerebro. Esta zona del cerebro ejerce una considerable influencia en el procesamiento visual. Podría decirse, que «sugiere» al área fusiforme facial cómo debe interpretar lo que está viendo. Es lo que se denomina procesamiento de arriba abajo. En realidad, las pareidolias consisten en acomodar estímulos visuales externos ambiguos con las representaciones internas que ya tenemos, y que maneja la corteza prefrontal.

Visión sesgada

En otras palabras, que la corteza pre frontal envía señales al área de procesamiento de las caras para que interprete las señales que recibe de la corteza visual (determinadas formas en una nubes, unos puntos, etc) como integrantes de una cara a pesar de que en realidad no es una cara. Una visión un tanto “sesgada” que da lugar a la pareidolia.

Además de la corteza pre frontal, la corteza visual y área de reconocimiento facial, intervienen otras estructuras en estas ilusiones y forman una red especializada en la percepción de caras a partir de estímulos ambiguos.

De ahí que los investigadores concluyan que las pareidolias de caras tienen un sentido evolutivo: más vale verlas donde no las hay, que ser incapaces de percibir los rostros humanos cuando los vemos, con la toda la información que aportan.

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