Como en el debut de Guillermo Moreno, allá por 2006, en las últimas semanas los precios surgidos de las subastas en el Mercado de Liniers comenzaron a “desacoplarse” de la realidad. El maquillaje de las cotizaciones apunta a esconder el verdadero aumento de la carne en el mercado local.

Entre los operadores de Liniers la consigna es que no superar los 18 pesos por kilo vivo en la cotizada categoría “terneros”. Así, públicamente se declara un valor pero los compradores ofrecen pagar parte de la operación en negro. Este sobreprecio oculto rondaría de 1 a 1,5 pesos por kilo vivo.

“En Liniers nadie sabe bien cuánto vale la hacienda. Se han perdido los precios de referencia”, indicó alguien que trajina el mercado de Mataderos todas las mañanas y conoce bien el paño. Otras fuentes del sector consignatario confirmaron este particular panorama.

Cada vez que sube la carne, Liniers se convierte en el principal termómetro. Por eso, entre los matarifes y supermercados más permeables al gobierno el objetivo es disimular estos aumentos. Por eso actúan en conjunto para no superar ciertas cotizaciones, aunque luego acepten pagar parte del ganado en negro. Esto es lo que permite explicar por qué mientras la carne subió casi 20% en el mostrador, el Indice General de Liniers haya pasado de 12,62 a 12,75 pesos por kilo vivo transcurrido el primer bimestre del año.

Liniers concentra apenas 15% de la oferta ganadera, pero actúa como referencia para el resto de las ventas. Los más perjudicados son los productores, que dejan de contar con una brújula confiable.