La presencia de los argentinos en la primera Navidad de Francisco no sólo fue histórica por su número -unos 200-, sino también por el trato preferencial que recibieron como peregrinos provenientes del país del Santo Padre.

"Esto es un lujo. Estamos en la segunda fila, muy agradecidos y emocionados de poder estar los cinco juntos acá", dijo Facundo Cuesta, de 18 años, al referirse a su familia antes del inicio de la misa de la Nochebuena. Su hermano Tomás, de 22, agregó: "Pensé que estaríamos en el fondo de todo y no podríamos ver nada".

Lo mismo habían pensado muchos de los que pidieron entradas a la Nunciatura apostólica en Buenos Aires o a la embajada argentina en el Vaticano. Por eso no salían de su asombro cuandolos hicieron ingresar por el centro de la Basílica de San Pedro y los condujeron a las primeras filas, delante del altar, donde tradicionalmente se ubican cardenales y obispos.

En esa misa, otra novedad fue que no se pusieron vallas para diferenciar al grupo de argentinos del área de los representantes diplomáticos. "Se confió en que no atropellarían al Papa", dijo con humor monseñor Guillermo Karcher, un argentino que trabaja en el Vaticano desde hace años y que ahora es aquí el ángel custodio de sus compatriotas que visitan al Papa.

Los que solicitaron invitaciones para la Navidad fueron unos 200; muchos otros no se enteraron de esa posibilidad y asistieron a la misa desde la plaza.

"Aquí en el Vaticano están asombrados y esto les recuerda lo que pasaba con los polacos en tiempos de Juan Pablo II. Pero Polonia está más cerca y por eso están admirados que tanta gente viaje 13.000 kilómetros para participar en las celebraciones del Papa", dijo Karcher, e informó que se intentará recibir de la misma forma a los argentinos que asistan al tedeum del 31 de diciembre, las misas del 1° y del 6 de enero

"Como íbamos a pasar la Navidad durante nuestra luna de miel, porque nos casamos el 14 de este mes, decidimos venir al Vaticano y estar con el Papa, a quien conocimos en Buenos Aires y, a partir de ahí, diseñamos el resto del viaje", contó Francisco Michref, junto a su flamante esposa, Mariana Canale.

"Yo quería conocer Roma y venir a una misa del Papa y no puedo creer que estamos acá, tan cerca", dijo Pamela Guatimozin, que llegó desde Chipre con su esposo, Leandro Becerra, jugador de fútbol. "Llegamos el martes y nos dijeron que ya no había más entradas. Nos estábamos yendo a cenar desilusionados cuando encontramos a un grupo de argentinos y nos dieron dos tickets que les sobraban", dijo Pamela.

Uno de los argentinos más conmovidos fue el santafecino Germán de Carolis. "Yo fui alumno de Jorge entre 1965 y 1966, cuando estaba en quinto de mi secundario en el colegio Inmaculada Concepción de Santa Fe", dijo a LA NACION. "En aquellos años compartimos las Navidades, pero él no era aún sacerdote. Tenía 28 años y era nuestro maestrillo", dijo.

Eran argentinos también dos de los diez chicos que en representación de los cinco continentes llevaron ofrendas florales al Niño Jesús del pesebre instalado en la entrada de la basílica. Vestidos con ponchos al estilo latinoamericano integraron esa procesión Juan Pablo y Carolina O'Connell Piqué, hijos de la corresponsal del diario LA NACION en Roma, Elisabetta Piqué, y el vaticanista Gerard O'Connell.

Algunos, incluso, participaron de los cantos en latín. "Estuvo lindo porque no fue en español; fue diferente y muy cantada", sintetizó al término de la misa Tadeo Moyano Vázquez, de 14 años. Él y su hermano Felipe, de 13, conocen muchos de los cantos tradicionales en el idioma universal de la Iglesia porque asisten a la escuela de niños cantores de Córdoba.

La suerte de los argentinos se prolongó para la bendición urbi et orbi que dio el Papa ayer por la mañana en el clásico balcón de San Pedro. Karcher les hizo saber que tenían también la posibilidad de estar "más cerca del Papa". Fueron ubicados en la terraza del edificio apostólico. "Fue un momento de gran emoción. Me daban ganas de gritar un sapucai", bromeó luego Diego Trejo, uno de los cantantes del conjunto folklórico Los Puesteros. Y auguró: "Yo vengo de vivir en primera persona los saqueos en Tucumán y me hace mucho bien escuchar el mensaje de paz del Papa. Ojalá nos lleve a los argentinos a pensar más en los otros y en la comunidad en general".

También Karina Enecoiz, de 40 años, que vive y trabaja en Buenos Aires, dijo que viajó a Roma para "buscar un poco de paz" y que logró su objetivo cuando escuchó al Papa en la bendición urbi et orbi.

"Trasmite un mensaje de paz y esperanza", dijo, y contó que se enteró que los argentinos tenían esos pases preferenciales porque escuchó a algunos en la calle.

Camila González, de 19 años, y su novio Agustín Pietrellini, de 18 -que dejó la Argentina a los 13 para jugar al básquet en Rimini-, estuvieron ayer en la terraza del edificio apostólico porque una turista los invitó en la Fontana di Trevi el 24 a la medianoche. Tal como había sugerido el Papa, Camila no tuvo miedo de conmoverse. Secándose las lágrimas al término de la bendición papal, dijo a LA NACION: "Son muchas sensaciones juntas, pero sobre todo es la paz que tiene el Papa y ver lo que causa en la gente y lo que está haciendo en bien de todo el mundo. Esto es histórico. Me voy con paz"..