Después de 36 horas de caos y una provincia devastada por el desastre, con el irreparable saldo de tres muertos, el gobierno y la policía llegaron a un acuerdo para que los uniformados levantaran la medida de fuerza que derivó en una ola de saqueos a comercios y supermercados, sin precedente en esta provincia.

Pero pese al acuerdo, la violencia siguió presente en el clima tucumano. La policía reprimió anoche a varios manifestantes que protestaban frente a la Casa de Gobierno por la inseguridad, lo que produjo varios heridos de balas de goma.

Los efectivos utilizaron gases lacrimógenos para dispersar la protesta. La salida del gobernador de Tucumán, José Alperovich, tras anunciar el acuerdo con la policía, fue el inicio de los incidentes. Los vecinos que se reunieron en la puerta de Casa de Gobierno golpearon el auto oficial. La situación se volvió incierta y confusa, hasta que la Gendarmería intercedió y separó a los policías de los manifestantes.

Los manifestantes mostraron su enojo con la policía local y argumentaron que cuando los uniformados se autoacuartelaron, en reclamo de mejoras salariales, dejaron una zona liberada que facilitó el saqueo de decenas de comercios y supermercados en esta provincia.

Durante la jornada, como derivación de la protesta policial, la jornada fue pródiga en saqueos e incidentes. Con la policía autoacuartelada en la subjefatura de policía, la provincia fue tierra de nadie. Muchos vecinos preparaban barricadas con armas, machetes y palos, para defenderse de los saqueadores.

El gobierno de Alperovich anunció por la noche un acuerdo y que la policía iba a abandonar el autoacuartelamiento. El propio mandatario había responsabilizado a los efectivos en huelga por el caos que dominó en la provincia. Alperovich firmó un decreto para elevar el sueldo de los agentes a $ 8700, a pesar de que los policías autoconvocados no aceptaron la propuesta.

Luego, la Legislatura avaló el ofrecimiento en un trámite exprés. Ante el escenario de tensión, el gobernador denunció a los policías de paro por "sedición" y pidió a la Fiscalía el desalojo de la sede de la subjefatura, por lo que la Gendarmería rodeó ese predio. Durante toda la jornada hubo reuniones en la Casa de Gobierno para destrabar la primera y profunda crisis política y social de la gestión Alperovich.

Las barricadas se prolongaron por toda la capital tucumana y en localidades cercanas como Alderetes, Banda del Río Salí y Yerba Buena. Ante las amenazas de saqueos en casas particulares, los vecinos se armaron para impedir el paso de los vándalos. En el microcentro, comerciantes y vecinos también se unieron para impedir el ingreso de los saqueadores. Los ataques continuaron en varios comercios y supermercados.

Lejos de aquietarse, a la hora de la siesta el conflicto social se trasladó hasta la sede de una distribuidora de Sancor, en Banda del Río Salí, donde se produjo una pelea entre los mismos saqueadores para ver quién se quedaba con la mercadería.

LOS MUERTOS

La subdirectora del Hospital Padilla, María Lilia Rubio, confirmó que hubo tres muertes, pero no difundió la identidad de las víctimas.

Un joven murió en un accidente de tránsito, mientras escapaba en su moto con productos robados. Otra persona, de 33 años, falleció en el hospital Centro de Salud a raíz de lesiones sufridas por un impacto de bala en el abdomen. Y el último, como consecuencia de heridas de bala en la cabeza, que le produjo la pérdida de masa encefálica.

Al cierre de esta edición, aún permanecían internadas siete personas en grave estado en los hospitales Centro de Salud y Padilla. En total se atendieron a 45 pacientes por lesiones provocadas por los saqueos, según confirmaron a LA NACION fuentes de los dos centros asistenciales.

La provincia estuvo paralizada ayer por los saqueos e incidentes. El transporte público funcionó con horario reducido hasta las 21, no hubo clases, los comercios cerraron sus puertas y muchos dueños y empleados se atrincheraron en las puertas para evitar saqueos. Las estaciones de servicio no funcionaron ayer y los bancos, tampoco. En los hospitales sólo atendieron las guardias ya que los rumores de violencia llegaron a los centros asistenciales.

A través de las redes sociales convocaron a un cacerolazo en contra de Alperovich. Hubo voces, incluso, que pidieron la renuncia del gobernador, por primera vez en diez años.

Por la mañana, Alperovich había dicho que la seguridad "está bien", mientras que el secretario de Seguridad, Paul Hofer, había señalado que no se iban a repetir los desmanes que habían ocurrido días atrás en Córdoba. "No vamos a perdonar a los delincuentes", dijo, luego, el gobernador. (Fuente: lanación.com)