Allí afirmó que su compañía planea usar vehículos no tripulados (drones, en la jerga) para despachar productos. Tiene sentido: el 86% de las encomiendas de Amazon pesan dos kilos o menos, que es lo que los drones de Bezos pueden transportar.

Sin embargo, en la iniciativa hay suficiente vapor como para llenar de nubarrones el límpido cielo de estos despachantes robóticos. Para empezar, Bezos no está pensando en estrenar sus robots esta semana. Se atajó con un generoso plazo hasta 2018. Cuatro años en tecnología es una verdadera eternidad. En diciembre de 2009, por ejemplo, la iPad no existía.

Es una mirada de largo plazo, en suma, y Bezos tiende a emitir estas ideas estratosféricas cuando su compañía se encuentra en alguna tormenta de relaciones públicas. Las tiene de todos los colores, además. La más reciente está relacionada con las condiciones de trabajo de sus empleados. Con todo, el ejecutivo aseguró que el proyecto está efectivamente siendo investigado en los laboratorios de la compañía. Ahora bien, la fallida historia del futurismo volador tiene una explicación dura en los números. El pico de despachos diarios de Amazon en 2012 superó los 15,6 millones de paquetes. Esto es más de 180 drones despegando por segundo.

Aun una fracción de esa cifra resultaría inmanejable. Es lo mismo que acontece con los trillados aerocoches particulares que se anticipaban a mediados del siglo XX. No es imposible construirlos. Lo que todavía no sabemos es cómo controlar de forma autónoma y sin fallas los 2 millones de vehículos diarios del tránsito porteño. Y no nos encanta la idea de que cada tanto lluevan automóviles. O drones, para el caso.

Es cierto, Bezos habló de un servicio premium, limitado, con demoras de sólo 30 minutos, pero este dato conduce a otro problema: reduce considerablemente el radio de alcance de las entregas, porque los drones no son particularmente rápidos. A menos que Amazon pretenda tener stock de todo en todas partes. Imposible.

Pero el mayor obstáculo no está ahí. Está en la mecánica clásica.

TODO LO QUE SUBE...

Dos kilos no parece mucho, pero si esa masa se desploma sobre una persona puede causarle la muerte. Si se le suma la masa del drone, la tragedia está garantizada. No suena muy premium que digamos. Tampoco parece una buena idea que los drones impacten contra aviones cargados de pasajeros.

En rigor, los drones todavía no han sido aprobados para usos comerciales por las autoridades aeronáuticas que, no sin razón, se toman todos los temas con enorme seriedad.

En el aire no hay margen para tonterías; éste es el motivo por el que llevó tantos años autorizar el uso de dispositivos electrónicos en los vuelos aerocomerciales.

Hay todavía otro frente de tormenta en el plan de vuelo de Bezos. Gracias al GPS, los drones pueden volar hasta un cierto punto en el mapa con una precisión de siete metros en el sentido horizontal. Pero de ahí a localizar al verdadero destinatario hay una distancia enorme. No tecnológica, sino de privacidad. Amazon debería poder rastrear a sus clientes premium con un nivel de exactitud escalofriante.

En total, una linda idea que hechiza y nos da alas, por así decir, pero las encomiendas voladoras, de momento, seguirán pidiendo pista. (Fuente: lanación.com)