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08/02/2021 10:35 hs

Presión mediática y de las pantallas sobre las emociones humanas

Río Cuarto - 08/02/2021 10:35 hs
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¿Cómo impacta la presión mediática y de las redes sociales en las emociones? Escuchá la columna completa de Mabel Sánchez. 

Mabel Sánchez parte 2
Mabel Sanchez parte 1
Uno de los temas que abordamos, está muy relacionado con la responsabilidad social del comunicador. Como elegimos los títulos, como desgranamos el contenido de la noticia.

En el país, el  título “El médico trucho de Rio Cuarto”, llama a la reflexión con independencia de la gravísima responsabilidad penal del autor. Con independencia también, de  si el autor padece o no alguna patología como la mitomanía por ejemplo.
Llama la atención que en los títulos de ese hecho tan público, es casi imperceptible la responsabilidad del contratante del titulado “medico trucho”.

En este caso el Estado. Que por cierto no es un ente abstracto. Es un organismo manejado por personas que uno entiende están capacitadas para ocupar el cargo que detentan.

Me pregunto si la necesidad de impactar con títulos que lleguen al lector o escucha no termina limitando el grave hecho solo al autor material, dejando de lado a todos los que participaron en su nombramiento.

En estos días se publicó  un extenso artículo de Serge Tisseron, médico psiquiatra, psicoanalista y doctor en psicología, Miembro de la Academia de las Tecnologías que aborda el mundo que habitamos, tan lleno de información, pantalla y redes sociales. Sus investigaciones se dirigen actualmente hacia los trastornos psíquicos y sociales llevados a cabo por las tecnologías numéricas y robóticas. En 2013 creó el Instituto para el estudio de la relación Hombre – robot. En 2019 recibió la medalla del estado francés de Caballero de La Legión de honor, concedida por su carrera profesional.

Trabajó en  relación a las imágenes y elaboró la regla 3/6/9/12, donde da pautas a los padres para que los niños puedan utilizar las pantallas, aprendan a usarlas y a prescindir de ellas.

Tisseron aconseja a los padres que hablen mucho con los niños para poner palabras sobre las experiencias que van adquiriendo. Opina que dar pantallas a los niños antes de los tres años es una catástrofe, porque en los primeros años de la vida, sobre todo de 0 a 3 años, el niño necesita un entorno humano que acompañe las adquisiciones.

Desde el año 2008 en Francia se realiza la campaña de prevención donde se utilizan etiquetas 3-6-9-12 (Tisseron, 2013) para advertir los peligros ocasionados por la exposición precoz de las pantallas en los niños de edad preescolar.

La campaña 3-6-9-12, “propuestas en el uso de las pantallas, adaptadas a cada edad”, nos aconseja:
 
  • Evitar las pantallas antes de los 3 años. Los estudios están de acuerdo en algo: las pantallas no aportan nada positivo a los bebés. Sí lo hace la música, y los cuentos. Los juguetes y por supuesto, los juegos con sus padres. 
  • Evitar los videos juegos antes de los 6 años. Está demostrado que los videojuegos son adictivos. Terminan controlando la voluntad de los niños. Por eso, pueden llegar a ser peligrosos.
  • Evitar internet antes de los 9 años. Los niños no están preparados para recibir cierta información hasta esta edad. Si un niño se encuentra con información para adultos antes de los 9 años, puede ser perjudicial para su desarrollo. Además, internet que  nos ofrecen infinidad de bondades, también esconden muchísimos peligros. Siempre nos recuerdan el hecho de que un pederasta es capaz de convencer a un niño para que se desnude en apenas ocho minutos. 
  • Evitar las redes sociales antes de los 12 años. Serge Tisseron insiste en que los niños no están preparados para controlar un celular  hasta los 12 años, ni tampoco para navegar en solitario por internet. En el caso de las redes sociales, deberíamos esperar más aún.
Dice que los adultos distinguimos ficción de realidad en una pantalla , pero que  el cerebro del niño no logra aun controlar las emociones que las imágenes les provocan, por lo que hay que estar atentos y acompañarlos y controlarlos. La verdadera niñera hoy es la pantalla.

Cuanto más tiempo pasan los niños frente al televisor, menos tiempo dedicaran a juegos creativos, experiencias sociales y cognitivas fundamentales.

Tiene en su haber muchos libros, pero uno me pareció muy interesante, donde diferencia la culpa de la vergüenza y como esta se gesta desde muy pequeños.

Un secreto no es una cosa que no se dice, sino algo de lo que se está prohibido saber porque normalmente recubre una situación traumática mal elaborada; lo que se dice ahora “estrés post traumático”. La mayor parte de secretos lo contienen. Muchas veces, los secretos están enquistados y existe el riesgo de que un pequeño acontecimiento reactive un gran traumatismo: alguien que ha vivido una inundación catastrófica, un detalle menos puede reavivar su traumatismo.

La culpabilidad es el miedo que tenemos a perder la estima de los demás. Cuando cometemos una falta tememos que la gente no nos ame; ese es el miedo del niño a que los padres no lo amen, si ha hecho una tontería. Sin embargo, la sociedad está organizada tanto para los niños como para los adultos, de tal manera que podemos reparar. Así pues, la culpabilidad se repara pagando la deuda: los adultos van a prisión o pagamos una multa, los niños pueden estar privados de tele o de la Tablet si han cometido una falta. Así pues, hay un modo de pagar entre comillas la culpa.

En el caso de la vergüenza, no hay modo. No solo se pierde el afecto de los que nos rodean, sino que nos sentimos marginados, condenados al ostracismo. Esta forma de angustia no se acompaña de ninguna reparación posible, se tiene la sensación de no poder aparecer nunca más en público, y a veces Tisserman dice  en su libro, la gente puede llegar al extremo del suicidio.

Una sociedad sobreexpuesta a la mirada global, donde los comunicadores sociales, periodistas, conductores, locutores, redactores, con más redes sociales, titulan, desmenuzan, opinan, etc., es muy difícil para determinadas personalidades que no pueden con sus emociones controlar su vida. Por eso, yo digo, y esto es absolutamente personal, como comunicadores debemos elegir las palabras y la información. Y eso no es censura. Es responsabilidad.

Por ejemplo, la profesión de futbolista tiene hoy sus ventajas. Pero en algunos casos todo eso se vuelve en contra. Pasar de la gloria a la desgracia en los niveles más altos no es fácil, y para lidiar con la presión del club, de los hinchas y la mediática menos. “Nadie les enseña a gestionar el fracaso.” La noticia del futbolista de Godoy Cruz es un ejemplo claro.

El suicidio no es un tema exclusivo del futbol. También está presente en cualquier ámbito de la sociedad y las cifras de suicidios siguen siendo alarmantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene registro de que 800.000 personas se suicidan al año. Lo anterior significa que aproximadamente una persona se quita la vida cada 40 segundos. Además, la ONU estimó que por cada muerte hay 20 intentos más y solamente 38 países en todo el mundo tienen estrategias para prevenir esta situación. Además, el principal rango de edad de suicidios oscila entre los 15 y 29 años, y de cada 10 suicidios, ocho víctimas son varones.

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