La calma y la catástrofe
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14/06/2013 18:39 hs

Ante el embajador argentino, el Papa pidió no denigrar ni insultar

Internacionales - 14/06/2013 18:39 hs
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En su primera homilía en español, Francisco llamó a evitar las descalificaciones y "dominar la lengua", en alusión a la fuerte crispación que registra la vida política en el país.

"¡No hablen mal unos de otros, no se denigren, no se descalifiquen!" Fue el llamado que hizo ayer el papa Francisco al celebrar la primera misa en español durante su pontificado, ante personal de las embajadas y de los consulados de la Argentina en Italia y ante la FAO y sus familiares, en la capilla de la Casa Santa Marta.
 
Algunos interpretaron la homilía del Papa, escuchada en persona por el embajador argentino, Juan Pablo Cafiero, como un mensaje al gobierno de Cristina Kirchner para bajar los altos niveles de conflictividad que se perciben en la actividad política.
 
En la ya tradicional misa matutina, por primera vez el Papa, que suele hablar casi siempre en italiano, pudo celebrar en su idioma, una verdadera alegría. "Desde el 26 de febrero no celebraba la misa en español", destacó el ex arzobispo de Buenos Aires, que al finalizar la misa confesó: "Me ha hecho muy bien". Agradeció, además, a los participantes "todo lo que hacen por su patria".
 
Al comentar el Evangelio del día, en su sermón, el Papa -que sigue atentamente la política de su país, que extraña-, habló de un tema tan argentino como el de los insultos y de la importancia de no hablar mal los unos de los otros.
 
Recordó que el que maldice, según Jesús, "se merece el infierno", e indicó que si en el corazón de uno hay "algo de negativo hacia el hermano, hay algo que no funciona".
Epítetos e insultos
 
El pontífice argentino causó sonrisas cuando admitió que, especialmente en la tradición latina, hay una suerte de "creatividad maravillosa" en inventar epítetos. "Cuando este epíteto es amistoso está bien", dijo. "El problema es cuando está el otro epíteto, cuando se da el mecanismo del insulto, una forma de denigración del otro", advirtió.
 
"Y no hace falta ir al psicólogo para saber que cuando uno denigra al otro es porque él mismo no puede crecer y necesita que el otro se rebaje para sentirse alguien", disparó también Francisco, insistiendo en que se trata de un mecanismo "feo".
 
"Jesús, con toda su simplicidad, dice: «No hablen mal el uno del otro, no se denigren, no se descalifiquen» [.] porque todos, en el fondo, estamos caminando sobre el mismo camino, todos vamos por ese camino que nos llevará al final", agregó.
 
"En el fondo, todos estamos transitando por el mismo camino y, como dice ese seudohimno nacional nuestro: «Allá en el horno se vamo' a encontrar»", dijo Francisco, al citar risueñamente una frase del tango "Cambalache". Y añadió: "Si la cosa no va por un camino fraterno, todos terminaremos mal: el que insulta y el insultado", dijo.
 
Hablando en forma directa, coloquial y clara, el ex cardenal primado, de 76 años, destacó que "si uno no es capaz de dominar la lengua, se pierde".
 
"Yo quisiera pedir al Señor que nos dé a todos la gracia de cuidar un poquito más la lengua respecto de lo que decimos de los demás", exhortó el Pontífice.
 
"Uno a veces se queda con hambre: «¡Ay, qué lástima que no saboreé el fruto de un comentario sabroso contra otro!». Pero, a la larga, esa hambre fructifica y nos hace bien. Por eso debemos pedir al Señor esta gracia de ajustar nuestra vida a esta nueva ley, que es la ley de la mansedumbre, la ley del amor, la ley de la paz y, al menos, podar un poquito nuestra lengua, los comentarios que hacemos hacia los demás y las explosiones que nos llevan al insulto y al enojo fácil", concluyó.
 
Presencia argentina
 
Muchos de los argentinos presentes en la misa -que fueron saludados, uno por uno, cálidamente por el Papa- confesaron que sintieron que el sermón estaba dirigido específicamente a su patria, que vive tiempos políticos más que crispados, en un año electoral.
 
Entre los asistentes a un sermón que dejó al auditorio absorto estaba, además del embajador Cafiero, el cónsul argentino en Roma, Juan Antonio Ibáñez.
 
El embajador argentino había quedado envuelto en una fuerte polémica días después de la elección del papa Francisco, al vinculárselo con la distribución durante el cónclave de un dossier con fuertes críticas al cardenal Jorge Bergoglio, acusación que el embajador negó categóricamente.

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