La historia de un emprendedor que es artista y ha logrado un diseño único por su impronta, pasó por La Vuelta del Perro. Se trata de Juan Pomiglio nacido en Mendoza quien a los 18 años llegó a Buenos Aires para estudiar y trabajar. Creó una marca inclusiva, Varonaqueer, un reflejo de su historia.

Su trayecto no fue fácil: discriminaciones por pertenecer al colectivo LGTBIQ+, rechazos laborales, necesidades urgentes, encontrarse a sí mismo, fueron algunas de las cosas que tuvo que enfrentar. Aun así, sus sueños no dejaron de iluminar su vida y encontró su pasión.

La creación de su marca empezó en pandemia cuando de la noche a la mañana se quedó sin trabajo y tenía dificultades para conseguir uno nuevo.

“Esas situaciones empezaron a calar hondo cuando de arreglar cierres en el barrio y algunos vestuarios para obras, la pandemia acabó con todo. Tuve que dejar de estudiar, se acumularon deudas y no tenía la autoestima y la fuerza para pararme a ofrecer algo que pensé que podía hacer”, indicó.

Dijo que, en este marco, el 24 de marzo apareció la posibilidad de hacer un pañuelo blanco con las telas y sábanas que tenía en su casa. Aprovechó la oportunidad para hacerlo, subirlo a redes sociales y cautivar a todos con su diseño. Con lo vendido aumentó la cantidad de pañuelos y dos años después está haciendo prendas con su propia estampa.

“Siempre ofrecí mi oficio cuando alguien lo necesitaba, no mi diseño, porque sentí que no era lo suficientemente bueno y digno, para que otra persona lo usara”, indicó.

Aseguró que su emprendimiento es todo lo que pudo construir desde su afecto, autoestima y buscar incentivar a que cada persona apueste por sus sueños. “Si hay algo que se demostró en este Mundial es que cualquier pibe desde donde venga tiene la semilla para hacer un país orgulloso y vivir con dignidad”, sostuvo.

Respecto a la administración de su emprendimiento señaló que Youtube es su único auspiciante y formador en término de negocios, para aprender a ser emprendedor. 

Juan pasó de ser costurero a ser diseñador, dibujar sus propias estampas y ahora un emprendedor que digitaliza sus dibujos y los transforma en módulos que se pueden repetir. 

Llegó a Buenos Aires solo, con sus dos máquinas de coser que se les compró a quien le enseñaron el oficio, y construyó familias elegidas con quienes “le salvaron la vida cuando la estaba pasando mal”.