La pérdida de un ser querido es una experiencia universal, por la que todos los seres humanos vamos a pasar antes o después. Pese a que es un proceso donde el corazón se rompe de dolor y, por lo general, cuesta reponerse, gracias a expertos en estos episodios existen hábitos que pueden contribuir a que el camino tras el fallecimiento de alguien a quien queremos pueda ser más consciente y que ese corazón pueda recomponerse.

Lorena Alonso Llácer, psicóloga, experta en mindfulness y autora de 'Más allá del dolor de la pérdida' (Vergara), considera que los siguientes hábitos son los que habría que incluir si estamos pasando un duelo:

1. Autocuidado

El dolor puede llegar a ser tan intenso que nos lleva al autoabandono.

Es por ello que recuperar la conexión con nuestras necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales es fundamental. Las preguntas que requieren ser interiorizadas, según Lorena alonso Llácer, son: ¿qué necesita mi cuerpo para estar bien? ¿qué necesita mi mente, mi corazón y mi ser?, ¿qué le gustaría a mi ser querido para mí si pudiera verme?

«Todas estas preguntas son movilizadoras de recursos, que nos llevan a su debido tiempo a acciones compasivas. Estas se traducen en: alimentación saludable, ejercicio físico, higiene del sueño, conexión con la naturaleza, meditación, práctica de autocompasión, momentos de conexión con otros seres, descubrir nuevas pasiones, recuperar aficiones que ensanchen nuestro corazón», cuenta la psicóloga.

2. Redes de apoyo

Al principio los dolientes pueden tender al aislamiento... «Esto es algo natural cuando sufrimos. Aún así, la sanación está en la humanidad compartida porque somos seres sociales, necesitamos a la tribu y necesitamos a un otro», dice. Los grupos terapéuticos para el proceso del duelo son un buen compañero de viaje y Lorena Alonso Llácer diseñó la terapia grupal MADED «debido a las bondades del trabajo en grupo» y también a los elementos de la psicoterapia contemplativa que permite autoconociniento y descubrimiento de fortalezas internas que contribuyen al bienestar tras la pérdida. «Sin duda esta terapia se entronca dentro de la ciencia del bienestar que por fortuna puede cultivarse para que podamos ser más resilientes cada día», cuenta.

3. Dar salida a las emociones

Todas las emociones que sientas en este proceso son parte de la vida. Son emociones que compartes con toda la humanidad, así que no estás solo. El problema no es sentir dolor, el problema es reprimir ese dolor... «Dar salida a las emociones es fundamental», aconseja la psicóloga. Según añade la experta, la ciencia contemplativa a través de sus ejercicios experienciales permite que podamos desarrollar la observación de la sensopercepción (información que llega a través de los sentidos) y la interceptividad (escuchar la información que llega de nuestro cuerpo, de nuestros órganos). «Todo ello es la base para el desarrollo de la consciencia de las emociones y su regulación y en las artes como el teatro, la pintura o el cine puedes encontrar formas de canalizar tus emociones», asegura. Además, la meditación es una gran compañera de viaje para este cometido.

4. Descubrir significados profundos-espiritualidad

El dolor que nos rompe el alma nos lleva a la profundidad de las cuestiones existenciales. ¿Quién soy yo?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿qué significa la muerte?, ¿cómo puedo vivir una vida con sentido?, ¿ qué puedo aprender de este dolor? «Todo ello sin duda forma parte de la dimensión espiritual, trascendental del ser humano y es un momento de la vida en que vale la pena nutrirse de lecturas profundas que abran un nuevo camino de posibilidades en cómo entendemos la vida y la muerte», comenta la psicóloga experta en pérdidas de seres querido, que recomienda seguir amando al ser querido y seguir recibiendo su amor. «Es lo único que nadie te puede quitar; el amor va más allá de la vida, el amor es eterno», concluye.








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