Ernesto conoció el oficio de zapatero a los 13 años. Hoy tiene 75 y, a pesar de que está jubilado, sigue desafiándose para arreglar todos los objetos y calzado que sus clientes le acercan.
Ernesto Rodríguez
Ernesto Rodríguez es zapatero desde hace 62 años. Empezó a trabajar a los 13 años en El Sanatorio del Calzado, en Fotheringham al 140.
“Estuve seis meses sin hacer nada, mirando. Después empecé a lavar los zapatos para teñirlos y a hacer los tacos”, relata con cierta nostalgia.
Ernesto trabajó en el lugar por 43 años y cuando cerraron las puertas, abrió su propio local con las máquinas que el comercio le había dado a modo de indemnización.
En ese momento, su esposa se incorporó a trabajar con él y, según el zapatero, “fue aprendiendo”.
“Yo trabajo muy distinto a todos, no sé enseñar porque para mí todo es fácil. A lo mejor yo pienso una cosa y ahí nomás la hago”, comenta entre risas.
Ernesto asegura que para él no hay nada imposible de arreglar: zapatos, zapatillas, patines, guantes de boxeo, pelotas de fútbol, etc.
“Para mi nada es difícil, lo que me traigan lo hago”, asegura.
El zapatero dice que antes las zapatillas no se arreglaban, pero que hoy es el calzado que más le llevan. Además, comenta que el oficio de zapatero le ha dejado muchos amigos.
“Los aprecio a todos como amigos, de donde vengan yo los atiendo a todos igual”, dice Ernesto.