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03/09/2019 09:58 hs

Beslán: La madre que tuvo que elegir a qué hijo salvar

Internacionales - 03/09/2019 09:58 hs
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Nadezhda Gurieva, que perdió a dos de sus tres pequeños en el acto de terror de un comando checheno a una escuela, cuenta la agonía del secuestro y del ataque posterior. 

Beslán es un lugar extraño en su amargura: las escuelas cierran cuando el resto de Rusia celebra el primer día de clase, tiene un cementerio donde la media de edad es infantil y los vecinos hacen ofrendas a niños muertos colocando botellas de agua mineral.

Nadezhda Gurieva, de 58 años, vio cómo los terroristas mataban a dos de sus tres hijos en medio de una escalada de fuego y tiros en la Escuela Nº1 de Beslán, de la que se cumplen 15 años. Gurieva era profesora en el colegio, y cuenta para EL MUNDO el minucioso horror de esos tres días: "No pensé que saldríamos vivos de allí, sólo pensé en ayudar; mi hija pequeña, Irina, se salvó". Pero para asegurarse de que viviría tuvo que dejar atrás a Boris, de 14, y a Vera, de 11. Su mirada, arrasada para siempre por las imágenes de los dos entre los escombros, se esconde tras unas gafas semiopacas, pero esta mañana no tendrá dónde meterse. En el pueblo muchos la conocen como la memoria viva del día de la masacre.

Aquel día las fuerzas especiales rusas lanzaron un dramático asalto contra esta escuela de Beslán, secuestrada por un comando liderado por radicales chechenos. Dentro esperaban más de mil rehenes, la mayor parte niños: deshidratados tras 52 horas sin apenas beber, semidesnudos para combatir el calor y rodeados de explosivos que podían pulverizarlos en cualquier momento. Murieron 334 personas, 186 de ellos menores.

Beslán se ha quedado pequeño para esa herida: es un pueblo de 37.000 vecinos, y pocas familias quedaron intactas. Incluso se hizo un nuevo cementerio fuera de la localidad. Está camino del aeropuerto y se llama Ciudad de los Ángeles.

Un repaso a las lápidas confirma que los niños son los protagonistas de un lugar normalmente reservado a los abuelos, porque todo se torció aquel festivo 1 de septiembre. Los terroristas portaban armas y explosivos incautados durante una incursión reciente en un depósito de armas en Nazran, en la vecina Ingusetia. Ajenos a lo que tramaban, Boris y Vera iban vestidos con trajes regionales para unas festividades del primer día de clase que jamás tuvieron lugar.
Padres, profesores y alumnos fueron empujados hacia dentro del gimnasio a punta de fusil. Algunos pensaron que era una broma. Hasta que mataron al primer vecino que levantó la voz. Ella fue de las últimas en entrar, y allí descubrió a los niños rodeados de explosivos. A la mañana siguiente, los terroristas ejecutaron a varios hombres y transformaron la escuela en una fortaleza minada. Al principio los niños podían ir al baño a beber y algunos traían agua en sus bocas para sus madres. "Después los terroristas rompieron los grifos, de manera que los niños trataban de beber el sudor de sus camisetas". Todavía hoy, en esa escuela en ruinas, los vecinos del lugar rinden tributo a esos niños sedientos que no volvieron de clase colocando botellas de agua mineral bajo el sol que resiste en el Cáucaso en el arranque de septiembre.

"Dentro de la escuela quedamos mujeres y niños: había gente muy nerviosa, otros más tranquilos, pero sobre todo los profesores tratábamos de mantenernos alerta, todos eran nuestros estudiantes", cuenta Gurieva.
Al tercer día de secuestro, dos explosiones sacudieron el interior del gimnasio. Con la primera deflagración, algunos rehenes, "los que tenían fuerzas", comenzaron a escapar por las ventanas, "pero los terroristas les dispararon por la espalda a algunos de ellos", rememora Gurieva, con un tono de pena desgastado por el paso del tiempo. Recuerda que una niña, sedienta, se quedó aferrada a la fuente debiendo, "y recibió un tiro allí mismo".

Con la segunda detonación se desplomó el techo y comenzó un incendio. Cuando encontró a su hija Vera ya estaba muerta. Boris todavía estaba vivo, pero había sido atravesado por la metralla. Irina, la más pequeña, sólo tenía lesiones menores. La propia Nadezhda estaba herida en un brazo, así que no logró cargar con el mayor, sólo pudo arrastrarlo fuera de los cadáveres hechos trozos y colocarlo con otros heridos. Los asaltantes la hicieron salir y Nadezhda Gurieva tomó la decisión más difícil: agarró a la pequeña Irina del brazo y se abrió paso hacia la sala contigua. Tras poner a la pequeña a salvo del fuego intentó volver a por Boris pero le impidieron entrar. Cuando insistió, un checheno le rompió varios dientes de un culatazo. Las balas silbaban sobre sus cabezas, entre el humo negro y los gritos.

Los 'spetsnaz', las fuerzas especiales rusas, lanzaban en ese momento una operación de rescate que se extendió por las calles circundantes y que terminaría 10 horas después. "Aprovechamos para salir por la ventana, primero mi Irina y después yo... nos salvaron las fuerzas especiales, nosotras no hubiésemos podido salir de ahí", explica, mascando la cara y la cruz de ese momento. Recuerda cómo quedaron atrás los otros dos pequeños. Vera ardió con los brazos cruzados sobre el pecho, y fue identificada después por los restos de su vestido. Y Boris se apagó cubierto de sangre de otra persona.

En la operación para retomar la escuela se aniquiló a todos los terroristas excepto a uno: un carpintero checheno en paro llamado Nurpashi Kulayev. Fue sentenciado a cadena perpetua en 2006.

INVESTIGACIÓN PENDIENTE
Estos días los supervivientes y las familias de los fallecidos aún exigen una investigación objetiva sobre cómo se llevó a cabo el ataque y por qué las fuerzas de seguridad recurrieron a métodos tan contundentes con tantos civiles de por medios. Las víctimas ya fueron compensadas: los familiares de fallecidos recibieron en torno a 33.000 euros. También se introdujeron algunas reformas y varias comisiones gubernamentales publicaron informes sobre la responsabilidad del estado en la catastrófica cifra de muertos.
De acuerdo con las actas de defunción, todos los rehenes murieron a consecuencia de la explosión de las bombas de los radicales, pero los testimonios de los supervivientes rebaten esa versión. Existe un informe alternativo presentado por el diputado (miembro de la comisión de investigación) Yuri Savaliev señaló que un gran número de rehenes murió como consecuencia de explosiones causadas por las fuerzas de seguridad, y que otro centenar cayó bajo el fuego cruzado al intentar huir de la escuela.

400 víctimas (entre supervivientes del ataque terrorista y familiares de los muertos o heridos) apelaron ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en 2007. El tribunal condenó a Rusia en 2017 por su "fracaso en tomar medidas preventivas" contra un ataque terrorista planeado en el área a pesar de tener "información suficientemente específica" al respecto. De ese modo algunos recibieron otros 7.000 euros. Para algunos familiares de las víctimas todavía queda por esclarecer la responsabilidad personal de las autoridades, que no actuaron para impedir el secuestro y dirigieron de esa manera las operaciones de las fuerzas de seguridad durante el mismo. Gurieva cree que los 'spetsnaz' hicieron todo lo posible en esas circunstancias: "Tengo un total respeto por lo que hicieron, no tengo quejas sino un gran agradecimiento, se intentó incluso hablar con los terroristas, pero negociar no estaba en los planes de esos criminales".

El atentado fue un naufragio de los servicios de seguridad. Pero el seísmo moral que supuso cambió los engranajes del país durante años. Tras la masacre de Beslán, con el argumento de reforzar la lucha contra el separatismo, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, eliminó las elecciones directas de los gobernadores, volviendo al poder centralizado.

También volvió Nadezhda. Para seguir adelante su medicina ha sido el trabajo: a los tres meses estaba de nuevo dando clase. El primer alumno que salió a recibirla le preguntó por Boris: Beslán es un pueblo tan pequeño y murieron tantos escolares que ha habido que esperar un tiempo hasta poder asimilar lo que significaban esos 186 pupitres vacíos.

El Mundo 

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