Falta de desarrollo de las herramientas emocionales y la individualización, sumado a la pandemia, incide directamente en la relación profesor-alumno. El docente y sociólogo Gastón Basualdo reflexionó sobre la disciplina escolar, la pérdida de autoridad en el aula y la relación entre la violencia de los jóvenes y las estructuras sociales.
“Los protocolos existen”, afirmó Gastón Basualdo, docente y sociólogo, al referirse a las herramientas institucionales para abordar conflictos escolares. Sin embargo, advirtió que “las amonestaciones, los apercibimientos y las cosas que antes tenían un poco más de peso, hoy se reducen a una nota en un papel y quedan ahí”.
Basualdo sostuvo que en su escuela priorizan el diálogo: “Trabajo hace dos años y, por suerte, nunca puse una amonestación. Prefiero hablar con los chicos. Si uno habla con ellos, es más probable que se sientan mal por lo que hicieron. En cambio, una amonestación depende del padre, depende de la casa: a veces importa, a veces no”.
El docente propone revisar “como sociedad toda esta lógica del castigo que por ahí no funciona del todo”. En su análisis, los comportamientos de los estudiantes son un reflejo de algo más amplio: “Vivimos en una sociedad en donde no nos hacemos cargo. Muchas veces el mismo que critica lo hace también de un modo muy violento. Estos actos nos están reflejando como sociedad”.
Desde una mirada sociológica, Basualdo cita a Zygmunt Bauman para señalar que “el problema no es cómo la sociedad los está criando, sino cómo no los está criando”. Explica que muchos alumnos “carecen de herramientas básicas de convivencia”, y que esto se vincula con condiciones laborales y familiares: “Muchas veces los padres están todo el tiempo trabajando, entonces no pasan tanto tiempo con adultos. Pasa que no hay criterio”.
En cuanto a las relaciones entre los propios estudiantes, advierte que “todas las violencias que hay entre ellos son un reflejo de violencias estructurales mayores”. Según Basualdo, dentro de los grupos “se forman jerarquías, se manejan por una lógica de estatus, de ‘aura’, como dicen ellos, y terminan utilizando cuestiones de género, raciales o de clase para amedrentarse entre sí”.
Finalmente, resume su mirada sobre el contexto actual: “No es que estos chicos sean particularmente más violentos que generaciones pasadas. Vivimos en una sociedad sumamente violenta y competitiva, y ellos lo único que hacen es tratar de encontrar su lugar ahí. La única forma que tienen para hacerlo es compitiendo entre ellos y agrediéndose”.