Siete muertos, más de 300 heridos y daños millonarios en una parte de una ciudad que quedó prácticamente destruida. El saldo dejado por una serie de explosiones intencionales que hace 30 años tuvieron lugar en las instalaciones de la Fábrica Militar de Río Tercero. Un hecho intencional destinado a encubrir el contrabando de armas que fueron traficadas hacia Ecuador y Croacia, como se estableció tiempo después en la Justicia.

Manuel campos, vicedirector del colegio Da Vinci en Rio Cuarto y testigo de los hechos, dialogó en LV16. Por ese entonces, asistía a quinto grado. 30 años después, retomó lo sucedido. “Es raro pensar en un recuerdo lineal”, dijo. “Son flashes que uno completa con la vivencia del resto”.  

Alrededor de las 9 de la mañana se encontraba en el colegio Remedios de Escalada de San Martín. Ubicado lejos de Los Polvorines, lugar donde se dio la explosión. Rendía una evaluación de matemática, rememoró.

De un momento para otro escucharon una explosión. “Terminamos tirados en el piso”, expresó. “Nos empezamos a mirar y no sabíamos que ocurría”. En ese momento, los docentes los llevan al patio. “Parecía un simulacro de terremoto”, describió.  Desde que salieron, visualizaron el “hongo imponente” en dirección a la fábrica. Su “viejo” trabajaba en la fabrica petroquímica, ubicada al lado de lo sucedido.

El Internet y los celulares eran poco comunes. La angustia aumentaba. En el barrio Las Violetas, recuerdan, “no había nadie”. Un lugar “totalmente destruido”. La segunda explosión, surgió alrededor de las 11 de la mañana. Entre medio de ambas se escuchaban “explosiones constantes”. Su mamá fue a buscarlo al establecimiento, pero él no se quería ir. “Se aguantó la angustia porque mi papá no volvía”, reveló. “Nos contuvo”.

La justicia llegó a la conclusión de atentado para cubrir el faltante de proyectiles, vendidos ilegalmente a Croacia y Ecuador. “Me resulta rara la palabra atentado. Como riotercerense no me llena”, dijo. “Es el Estado cubriéndose las espaldas. Se hizo para tapar una movida ilegal respecto de la venta de armas”.

Además, dijo que se tardó mucho en lograr una resolución. El presidente, Carlos Menem, “ese día llegó y le dijo a los medios que comuniquen que fue un accidente”. El mandatario que recorrió el lugar fue insultado el mismo día. “El tipo vino, dijo que fue accidente y se fue”, relató Manuel.

“No tengo secuelas, más allá de la empatía con la gente que pasa algo similar”, dijo. En aquel tiempo, llegaron a odiar los fuegos artificiales y no poder viajar en la ruta con las ventanas abiertas. “Nos quedó una reacción exagerada a los ruidos fuertes”, describió.

El hermano de Manuel, Tomás Campos, es dibujante e ilustrador de Río Tercero. Se encuentra haciendo una novela gráfica sobre el suceso. Utiliza la historia de su familia y recupera anécdotas de los distintos testigos. “Memoria colectiva”, es la síntesis de los hechos.