La crisis se siente fuerte en el barrio Alberdi. Sergio vive allí desde hace más de cincuenta años y asegura que nunca vio una situación como la actual. Recuerda épocas en las que el trabajo sobraba y las changas alcanzaban para vivir, pero ahora todo está frenado. Dice que los precios suben cada semana y que ya no se llega a fin de mes.

Sin empleo estable, muchos vecinos dependen de los comedores comunitarios para poder comer. Sergio cuenta que retira su vianda todos los días y que gracias a eso puede sobrellevar el momento. “Antes uno se defendía con lo que salía, pero ahora no hay nada”, repite con resignación.

Nicolás atraviesa una realidad similar. También vive de las changas, aunque reconoce que cada vez hay menos oportunidades. Explica que la situación se agravó en los últimos meses y que muchos trabajadores informales quedaron sin ingreso. “La changa se terminó y hay que venir al comedor”, dice.

En Alberdi, la crisis se vive en primera persona. Lo que antes era una ayuda ocasional, hoy se convirtió en una necesidad diaria. Entre la falta de trabajo y los precios que no paran de subir, la comida compartida se volvió el único alivio en medio de la incertidumbre.

INFORME 16