La jubilación marca uno de los cambios más significativos en la vida adulta. No se trata solo de dejar de trabajar, sino de comenzar una nueva etapa en la que el tiempo, por primera vez en mucho tiempo, vuelve a pertenecer al individuo. Sin embargo, esta libertad recién adquirida no siempre es fácil de asumir. Por La Quinta Senior Club. A.T. Miguel Ángel Leone. Dr. Franco Selak
La jubilación marca uno de los cambios más significativos en la vida adulta. No se trata solo de dejar de trabajar, sino de comenzar una nueva etapa en la que el tiempo, por primera vez en mucho tiempo, vuelve a pertenecer al individuo. Sin embargo, esta libertad recién adquirida no siempre es fácil de asumir. La falta de un plan o de un propósito claro puede llevar al aislamiento, a la pérdida de identidad o incluso a cuadros de depresión. Por eso, la transición hacia la vida post laboral merece tanta atención como cualquier otro cambio vital.
Pensar la jubilación como un proceso —y no como un hecho súbito— es fundamental. Una transición saludable no se improvisa: requiere preparación emocional, mental y hasta física. El desafío es transformarla en una oportunidad, no en un vacío.
La transición: del hacer constante al ser con sentido
En nuestra cultura, el trabajo muchas veces estructura la identidad. Nos definimos por lo que hacemos: “soy médica”, “soy contador”, “soy maestra”. Entonces, ¿qué pasa cuando dejamos de hacer eso que nos definía durante décadas?
La etapa previa a la jubilación es el mejor momento para comenzar a repensar ese interrogante. Es el momento de revisar intereses, de rescatar pasiones postergadas, de evaluar qué tipo de vida se quiere construir en los próximos años.
En esta etapa, resulta fundamental atender a tres ejes:
El emocional: cómo transitar la pérdida del rol laboral sin sentir que se pierde el valor personal.
El social: cómo mantener o ampliar las redes de vínculo.
El práctico: qué rutinas y proyectos pueden ayudar a mantener la motivación y el sentido.
La clave está en anticiparse. No es lo mismo llegar a la jubilación con una idea en marcha, que enfrentarse al “¿y ahora qué?” el primer lunes sin trabajo.
Un caso, dos caminos: anticiparse o improvisar
Tomemos el caso de Marta y de Hugo, ambos docentes que se jubilaron a los 60. Marta, un año antes de retirarse, comenzó un curso de cerámica. Le apasionó tanto que, al jubilarse, abrió su propio taller donde hoy dicta clases a adultos mayores. No solo ocupa su tiempo, sino que encontró una nueva identidad que la motiva cada mañana.
Hugo, en cambio, recién empezó a pensar qué hacer cuando ya estaba jubilado. El vacío de la rutina lo desorientó. Tardó casi dos años en encontrar una actividad que le diera satisfacción, luego de probar con varios cursos y talleres que no lo convencieron. Hoy se siente mejor, pero reconoce que le hubiera gustado empezar ese proceso antes.
Ambos lograron reconstruir una vida significativa, pero el camino fue muy distinto. Anticiparse marcó la diferencia.
Conclusión: jubilarse no es retirarse de la vida
La vida post laboral puede ser una de las etapas más ricas en experiencias, si se la piensa como una oportunidad. Planificar con tiempo permite resignificar la identidad, mantener vínculos activos, cuidar la salud mental y física, y encontrar un nuevo propósito.
No se trata de llenar el tiempo con ocupaciones sin sentido, sino de construir un proyecto que entusiasme, que se sienta propio. Puede ser un emprendimiento, el arte, el voluntariado, un club, un viaje soñado, o incluso volver a estudiar.
Ésta fue una de las motivaciones de abrir este centro cultural para mayores llamado Club Senior La Quinta, dedicado a personas mayores a 55 años, donde pueden elegir diferentes talleres y actividades, probarlas antes de jubilarse, y quien dice, quizás que forme parte de su proyecto de vida post laboral.
En conclusión, la jubilación no debería vivirse como un final, sino como un nuevo comienzo. Y como todo comienzo, necesita una buena preparación.
Por La Quinta Senior Club. A.T. Miguel Ángel Leone. Dr. Franco Selak