La soledad que no se ve, pero duele
En el vaivén de las ciudades, en el apuro constante de la vida moderna, hay un grupo silencioso que camina a otro ritmo: los adultos mayores. Con frecuencia, viven en una especie de "invisibilidad social", una soledad que va más allá de estar solos en casa. Se trata de la falta de conversaciones significativas, de la ausencia de quienes los escuchen sin mirar el reloj, de sentir que estorban cuando en realidad tienen tanto para ofrecer.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más del 30% de los adultos mayores en el mundo sufren de soledad crónica. En ciudades como Buenos Aires, Córdoba o incluso en Río Cuarto, no es raro verlos recorrer calles o sentarse en una plaza durante horas solo para ver pasar la vida. Y aunque muchas veces están físicamente rodeados de gente, esa presencia no alcanza cuando nadie se detiene a preguntarles cómo están, o cuándo todas las personas con las que hablan están “apuradas”.
Un ejemplo que emociona: la “caja lenta” en Holanda
En 2019, una cadena de supermercados holandesa, Jumbo, lanzó una iniciativa simple pero profundamente humana: la "Kletskassa", que significa literalmente “caja de charlas”. Se trata de cajas registradoras especiales donde el objetivo no es la velocidad, sino la conversación. Estas “cajas lentas” están diseñadas para que los adultos mayores —y cualquier persona que lo desee— puedan tomarse unos minutos más para hablar con el cajero, comentar el clima, recordar recetas o simplemente compartir una sonrisa.
La propuesta nació tras un estudio del gobierno holandés que reveló que más de la mitad de las personas mayores de 75 años se sienten solas. “No queríamos solo vender productos, queríamos construir comunidad”, dijeron desde la empresa. Y así fue: hoy hay más de 200 cajas lentas en distintos puntos del país. Para los mayores, ir al supermercado ya no es una obligación sino una oportunidad para conectarse, reírse, sentirse vistos.
¿Y nosotros? ¿Qué ciudad queremos para nuestros mayores… y para nosotros?
Es inevitable preguntarnos: ¿en qué tipo de ciudad queremos envejecer? ¿Una donde todo sea tan automático y veloz que nos sintamos fuera de lugar? ¿O una que respete los tiempos, escuche las historias, y valore la experiencia?
Los adultos mayores no necesitan lástima, necesitan espacios de pertenencia. Bancos de plazas donde no los corran por "ocupar lugar", centros culturales donde puedan compartir saberes, transporte que no los apure, y sobre todo, personas que los miren a los ojos y les hablen con ternura…a su tiempo Lo que les demos hoy a ellos es lo que nos daremos a nosotros mismos mañana.
Si creamos una ciudad para todas las edades, si pensamos cada política, cada espacio y cada decisión con perspectiva inter-generacional, construimos una sociedad que abraza en lugar de empujar. Imaginan a Río Cuarto como ejemplo de ciudad que se interesa en sus mayores? En Residencia La Quinta somos muchos los profesionales que trabajamos a diario con ese enfoque y soñamos con que las políticas sociales nos acompañen.
El tiempo que damos, el respeto que sembramos
Respetar a los mayores no es solo cederles el asiento. Es algo mucho más profundo: es respetar sus tiempos, su historia, su valor. A veces, el mejor gesto es simplemente escuchar sin interrumpir. O frenar un poco el paso para caminar a su lado. Iniciativas como la caja lenta no solo ayudan a combatir la soledad, sino que nos enseñan a ser mejores personas y mejores ciudadanos.
No se trata de ralentizar todo, sino de entender que en un mundo tan acelerado, a veces la verdadera revolución está en detenerse un momento y mirar con empatía. Después de todo, todos —con suerte— seremos mayores algún día. Y todos merecemos una sociedad que nos reciba con calidez, y no con prisa.
Por Miguel Leone. Acompañante terapéutico. Residencia La Quinta