En la columna de “Están todos invitados”, Natalia Reineri, estuvo en el piso de AM1010 y contó esta interesante historia del fundador del transporte “Cóndor”, contada por el sobrino, José Palacios.
 
Por más de ocho décadas, un colectivo surcó la sierra cordobesa, llevando pasajeros, diarios, sueños y anécdotas. Era “El Cóndor”, fundado en 1933 en Alpa Corral por Aguinaldo Gigena, uno de los once hermanos que, sin padres desde chicos, hicieron de la unión familiar y el trabajo una epopeya.
 
“Mi tío Aguinaldo se hizo cargo de todos los hermanos, y se los trajo a Alpa Corral con una sola intención: laburar para el turismo”, cuenta con emoción “José Palacios”, descendiente directo (sobrino) y guardián de esta historia.
 
Desde el inicio, los “hermanos Gigena” supieron dividir las tareas: los varones fundaron la empresa de transporte, mientras que las mujeres alquilaron una “tapera” —hoy museo— y comenzaron a ofrecer hospedaje. “En cuatro temporadas hicieron el edificio de la pensión Gigena. No le tenían miedo a nada”, relata Palacios.
 
El recorrido de El Cóndor conectaba Río Cuarto con Alpa Corral, atravesando caminos de tierra, pozos, y el barro de los guadales.
 
“Era una epopeya: con lluvia, con viento, con frío. Y cuando se rompía, el mismo chofer era mecánico. No había opción”, recuerda José.
 
Una de las anécdotas más pintorescas es la del “tío Gigena”, “gente del campo le pedía el diario. Y sin detener el colectivo, abría la ventanilla y lo tiraba justo abajo de la tranquera. Era un espectáculo”.
 
El nombre de la empresa no fue elegido al azar: “El Cóndor bajaba desde la serranía al llano, como nuestros colectivos. En aquel tiempo, se veían cóndores en Alpa Corral. Por eso mi tío lo bautizó así”, explica Palacios. Una imagen cargada de símbolo y geografía.
 
Con el tiempo, la flota evolucionó: desde un Ford de 14 asientos hasta el “Leyland inglés” de 1953, y más tarde, dos Toyota y un Mercedes Benz. “En los primeros diez años ya tenían un vehículo 0 km. Era la empresa privada más antigua de la provincia”, dice José.
 
Pero toda historia tiene su final. “El Cóndor se puso viejo, no pudo volar más”, resume José con nostalgia. El último administrador fue Hugo Gigena, hijo del fundador, quien falleció a los 80 años. “La empresa cerró porque ya no podían mantener los coches en condiciones y no había quien tomara la posta”.
 
El recuerdo permanece. En Río Cuarto, aún puede verse la vieja boletería en la terminal: “Con su cartel intacto, como pieza de museo. Nadie paga alquiler. Está ahí, como homenaje”.
 
“Todos le teníamos puesta la camiseta al Cóndor”, asegura José. No era solo transporte: era identidad, comunidad y testimonio de una época en que 11 hermanos supieron coordinarse para crear algo más grande que ellos. Todavía hay una unidad que está guardada, pero que queda su historia y recuerdos.
 
Hoy, la leyenda de “Cóndor” sigue viva en la memoria de quienes alguna vez lo abordaron, con un bolso al hombro, rumbo a casa, al trabajo o simplemente al corazón de la sierra.