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27/05/2020 10:56 hs

De niña su madre le decía que era una princesa y descubrió de grande que era cierto

Internacionales - 27/05/2020 10:56 hs
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La joven pudo conocer en persona a su padre, rey de Malasia, cuando tenía 14 años.

Hay historias de la vida real que parecen haber salido de algún culebrón televisivo. Una de ellas es la de una joven que relató en redes sociales cómo de pequeña su madre le había dicho que era hija de un rey para que ella se sintiera una princesa. Ella creía que su mamá, que la crió sola, le dijo eso como una mentira piadosa para consolarla por la ausencia de su papá, pero en la adolescencia descubrió que su mamá no le había mentido: efectivamente, era la hija de un rey de Malasia.
La historia fue compartida por una joven que no quiso idenfiticarse -ni a ella, ni a su padre- en la cuenta de Instagram Humans of New York (Humanos de Nueva York), dedicada a que los ciudadanos de la gran manzana cuenten sus historias de vida. El relato se torna verosímil por las fotos que acompañan el posteo, que ratifican el cuento.

La chica, cuyo origen y el de su madre parece ser Filipinas, comenzó su relato con el recuerdo de un día en que realizó una actuación en el Jardín de Infantes y preguntó a su madre si su papá podría ir a verla. Allí, ella aclaró que nunca lo había conocido.
"Está demasiado ocupado", cuenta la joven que le contestó su madre, y que le añadió: "Él es un rey". La reacción de la entonces niña fue de asombro y luego de complacencia: "¿Mi padre era un rey? ¡Eso significaba que yo era una princesa! Me hizo sentir muy orgullosa".

Claro que al correr los años ella empezó a descreer de esa historia. Pensó que su mamá la había inventado para consolarla. "Ella era madre soltera. Habíamos emigrado de Filipinas cuando tenía seis años y vivíamos en una habitación alquilada. No se suponía que así vivía una princesa".

Además, cuando ella inquiría a su madre sobre la real existencia de su padre, la mujer se retraía y no contestaba. Apenas le daba detalles. Le dijo que ella había trabajado como enfermera en Malasia y que conoció al rey en una fiesta. "Pero el resto de la historia parecía ser dolorosa, así que decidí nunca abrir esa caja y dejé de pensar en eso", escribió la joven.
Pero la historia de su origen, que parecía hallarse en un limbo entre la fantasía y la realidad, se despejó finalmente un día de su adolescencia. "Un día sonó el teléfono. Había una voz extraña en la línea. Yo no había escuchado ese acento. Decía: 'Represento a su Alteza Real y hemos recibido sus cartas'". Luego, la chica dijo que quien se encontraba del otro lado del teléfono pidió hablar con su madre y unos minutos después, la mamá le dijo: "Tu papá quiere conocerte". Ella era, en efecto, hija de un rey. Por definición, una princesa verdadera.

Las especulaciones de la gente que comenta la anécdota de esta joven y también lo que se deduce por algunas inferencias cronológicas y las que surgen de las fotos, el padre de esta princesa que hoy vive en Nueva York sería Ahmad Sha de Pahang, quien fue rey de Malasia entre 1979 y 1984, y que falleció en mayo del año pasado.
La historia viene acompañada de una serie de fotos de la joven cuando era niña, muchas de ellas acompañada por su madre. Hasta que llegan las imágenes de su papá, sentado junto a ella en lo que parece ser un bar.
La joven y su madre volaron a Londres para el esperado encuentro. En el hall del hotel Intercontinental, el abogado del monarca les dio un fajo de billetes y les dijo que "su Alteza Real" almorzaría con ellas al día siguiente en el restaurante del hotel.

"Pero no fuimos solo nosotros. Mi padre tenía un séquito con él -escribió la joven-. Durante nuestra comida fue muy educado. Me dijo que me parecía a mi hermana mayor. Pero mi madre habló la mayoría de las veces. Tenía demandas, quería apoyo financiero. Y se lo proporcionó, pero ella también quería que asumiera por escrito su paternidad. Pero eso nunca llegó a concretarse".
Ese almuerzo duró una hora. Y luego el rey y la joven se encontraron dos veces más, ambas en Londres. Una hora por vez. "Pero nunca fui integrada a su familia, ni fui reconocida del todo", señaló la joven.
Sobre el final de la historia, la chica narró que su madre, en aquel almuerzo en el Intercontinental de Londres, le hizo al rey un último pedido. "Ella insistió en que me tomara una foto con mi padre". Y esa foto acompaña hoy el posteo de la joven, cuya historia, publicada ayer, fascinó a los usuarios de Instagram, que sumaron casi 340.000 me gusta.

La Nación






 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

“I remember there was a day in kindergarten when we were supposed to bring our dads to school. It was some performance or something. I’d never met my father. So I asked my mom if he could come, and she told me: ‘He’s too busy. He’s a king.’ My father was a king? That meant I was a princess! It made me feel so proud. But as I got older, I came to realize it was an elaborate story my mom had invented to comfort me. She was a single mother. We’d immigrated from the Philippines when I was six, and we were living in a rented room. That’s not how a princess was supposed to live. But whenever I’d ask more about my father, my mother would become withdrawn. She’d offer few details. She told me that she’d been working as a nurse in Malaysia. And that she met the king at a party. But the rest of the story seemed to be painful, so I decided to never open that box. I stopped thinking about it. Then one night, when I was fourteen years old, the phone rang. There was a strange voice on the line. I’d never heard the accent before. It said: ‘I represent His Royal Highness, and we’ve received your letters.’ I quickly handed the phone to my mom and she spoke for several minutes. When she finally hung up, she told me: ‘Your dad wants to meet you now.’ We flew to London and stayed at the InterContinental hotel. We were greeted in the lobby by a lawyer, who gave us a wad of cash, and told us that ‘His Royal Highness’ would be available for lunch the next day. We agreed to meet in the hotel restaurant. But it wasn’t just us. My father had an entourage with him. During our meal he was very polite. He told me I looked like my older sister. But my mother did the majority of the talking. She had demands. She wanted financial support—which was provided. But she also wanted paternity in writing. And that was never agreed to. Our lunch lasted about an hour. Afterwards my father told me: ‘My people will call you.’ And we did meet twice again. Each time in London. Each time for an hour. But I was never brought into the family. I was never fully acknowledged. Thankfully, before we left that first lunch-- my mother did make one last request. She insisted that I take a photo with my father.”

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