La calma y la catástrofe
Edición del 19 / 04 / 2024
                   
18/07/2019 09:53 hs

La 'ciega' que ve el cáncer con sus manos

Latinoamerica - 18/07/2019 09:53 hs
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Desde los 19 años sólo distingue siluetas por el rabillo del ojo. Pero ser ciega provocó que sus otros sentidos se le ultradesarrollaran. Es Leidy, ahora tiene 28 años, y es una de las pocas personas con licencia para buscar tumores manualmente.

Por sus manos han pasado cerca de tres mil mujeres. Calcula que remitió un tercio de ellas a los médicos después de detectar con los dedos algún un nódulo, la primera manifestación de un cáncer. A los 19 años perdió la vista por una grave enfermedad y desde entonces ha desarrollado los demás sentidos de una manera extraordinaria.

Leidy García Henao, caleña de 28 años, es una de las cuatro únicas invidentes colombianas que obtuvo el título de Examinadora auxiliar táctil de mama. Hay otro puñado como ellas en Alemania, Austria, India y Méjico, pero aún no existe ninguna en España. Su labor ayuda a prevenir y detectar el cáncer de mama que afecta a unas setenta mil féminas cada año, pese a que podrían evitarlo.

«He hallado muchas masas en los senos palpando. Cuando los detecto, lo mando a la doctora», explica en el consultorio de la clínica Meléndez, del sur de Cali, donde pasa consulta a diario. El barrio lo habitan familias de escasos recursos y mínima conciencia sobre los peligros de desarrollar los cánceres más comunes. «Nosotras somos el primer filtro. Por eso es tan importante esta función y necesitamos que se replique por todo el mundo».

Antes de quedar ciega, Leidy era una chica sana, deportista, creía que era inmune a todo. Hasta que sufrió una trombosis cerebral.

Pasó dos meses y medio ingresada en un hospital, convencida de que recuperaría la vista. Regresó a su hogar y con el pasar de los días cayó en una depresión profunda. Tardó un año en aceptar la realidad. «Solo me quedó un poco de visión por el rabillo del ojo derecho, distingo siluetas y colores primarios», revela.

Abandonó Ingeniería Topográfica en el sexto semestre, «una carrera muy visual», dice, aprendió braille y tecnología para invidentes, se matriculó en Ciencias Sociales y conoció «otros ciegos que han hecho de su vida algo positivo. Empecé a aceptarme con la ayuda de mi familia. Descubrí que tenía otros sentidos».

Un día la llamaron de la organización Niños sordos y ciegos para que se presentara a un proceso de selección del modelo alemán Discovery Hands, bautizada en Colombia como Manos que salvan vidas. Pasó todos los filtros y la escogieron, junto a cuatro chicas más, para formarse en una especialidad nueva.

«Ni nosotras mismas podíamos creer que estaríamos en el entorno de la Medicina y ayudaríamos con nuestras manos a las mujeres a percibir un nódulo, una masa en el seno». Durante seis meses recibieron una «capacitación muy rigurosa de los doctores Reyes y Olave, para entender todo lo relativo a la mama. Estudiamos mucho y después iniciamos la parte técnica de la inspección, sentir la mama, su simetría, las características, los pezones, los ganglios, la piel, el cuello... Vino luego la práctica de la palpación», rememora.

Ahora pasa ocho horas diarias siguiendo con la yema de sus dedos las cintas rojiblancas que pegan en los pechos de las pacientes. «Con ellas nos guiamos, centímetro a centímetro, sobre todo el área del seno, y si se llega a detectar una anormalidad, nos permite generar una coordenada». Introducen la información en el ordenador para pasarla a los médicos.
«En estos años me di cuenta de que las mujeres no se tocan los senos. He palpado nódulos muy fáciles de hallar, mayores de 1.5 centímetros», precisa. «Les insisto en que yo no puedo hacerles un diagnóstico de cáncer. Hay masas que tienen unas características muy específicas, pero mi trabajo es señalar que tiene un nódulo y remitirla al médico».
Le sorprende que las mujeres no se palpen ninguna parte del cuerpo para buscar bultitos. En una ocasión recorría con sus dedos el cuello de una señora «y, por cosas de la vida, ella tragó en ese momento y sentí una masa que se le movió. Le informé al doctor, le mandó biopsia y arrojó cáncer de tiroides. Pero se le detectó a tiempo».
Su experiencia indica que suele remitir a los doctores entre un 30% y un 40% de las pacientes que asisten a su consultorio tras advertir alguna anormalidad.

«Examino a todas las pacientes que vienen a hacerse una citología al Centro de salud. Es un complemento», indica Leidy. «Mi labor, aparte de tocar, es educarlas, que tomen conciencia de lo importante de tocarse. Y lo logramos, aquí salen con conciencia. Les meto todo el terror que puedo(risas). Y siempre les insisto en que lo nuestro no sustituye una mamografía».

María Eugenia Holguín, que permite a Crónica tomar fotos durante su examen, asegura que nunca antes «un médico me lo había hecho un exámen tan minucioso, con calma. Una siente que es una palpación profunda, que trata de descubrir algo».

Hace cuatro años, el doctor Luis Alberto Reyes, cirujano general y coordinador del programa de oncología Consultorio Rosado, del Hospital San Juan de Dios de Cali, y el también cirujano Luis Alberto Olave, buscaban maneras de abarcar a más mujeres en sus programas preventivos. «En este país no hay asequibilidad a los servicios de salud, sólo un 15% se hacen mamografías, y nos pareció que Manos que salvan vidas podía ayudar», anota Reyes. «Hemos logrado que mujeres que nunca se hicieron nada, pasen ese examen clínico y reciban información», agrega. Con Olave, coordinador del modelo en Colombia, intentan que reglamenten la especialidad de Examinadora auxiliar táctil de mama.

Pero insiste en que Leidy y las demás «no son las examinadoras principales. Aunque sí dedican al examen táctil un tiempo superior al de los médicos, en un ambiente de confianza, y generan la inquietud para que las mujeres se revisen después con asiduidad».
También en el sur de Cali, en la Clínica Rey David, pregunto al doctor Guillermo Hurtado, reputado radiólogo, especialista en imágenes diagnósticas de la mama y oncología, sobre la labor la citada metodología, que ellos no emplean. «Nadie va a detectar un nódulo de 0.2 milímetros con las manos», señala con un toque de escepticismo. «Pero puede ser una buena manera de hacer prevención. Los ciegos tienen desarrollado el tacto más que los que vemos. Eso sí, siempre y cuando adviertan a los pacientes que nunca sustituyen a una mamografía. Todos los exámenes sirven, son complementarios».

Leidy querría capacitar a otras mujeres para ampliar el campo de actuación:«Yo amo lo que hago, aspiro a que sea mi vida».

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