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10/04/2016 19:02 hs

Juego de tronos en versión real

Internacionales - 10/04/2016 19:02 hs
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El combate medieval tiene su campeonato del mundo. Treinta selecciones compiten en una disciplina dura como el metal

Un enorme campamento destaca a la entrada del recinto amurallado del castillo, una magnánima construcción de estilo gótico tardío que es el orgullo de la comarca. Miles de personas provenientes de distintos lugares del mundo se concentran en los 70.000 metros que abarca el recinto alrededor del castillo. Es una jornada de fiesta. Mujeres vestidas con blusa y falda larga cocinan carne sobre una fogata. Algunos hombres pasean con orgullo sus sayos y espadas, mientras otros ataviados con camisa, bombachas de campo y escarpines esperan a que comience el espectáculo en las barras donde los mesoneros sirven cerveza. Dentro de la liza, un cercado de madera que delimita el lugar donde se celebrarán los combates, un animador anuncia los equipos que se enfrentarán hoy. Cristian, uno de los luchadores que compiten esta tarde, espera para salir en una de las carpas situadas al lado de la zona de combate. Falta un rato para que empiece la pelea y aprovecha sus últimos minutos de concentración para repasar sus técnicas. Piensa que hoy tiene que salir y darlo todo. A su alrededor, el personal de apoyo que ha viajado con él revisa su armadura y lo ayuda a colocarse el casco.

Aunque pueda parecerlo, no es un pasaje de Game of Thrones. Es la estampa contemplada en cada Campeonato Mundial de Combate Medieval. Tanto en el de España o el de Polonia, que reunieron a más 500 caballeros de 26 países, como en el Castilllo de Montemor-o-Velho, en Portugal, que acogerá el torneo a partir del próximo 26 de mayo, es la forma de llevar al terreno físico el juego de rol. Los aficionados, sin embargo, aseguran que no tiene nada que ver con eso. Para ellos el combate medieval es, por encima de cualquier otra cosa, un deporte. Y así quieren que se reconozca. La Federación Internacional de Combate Medieval lo define como una disciplina de contacto duro, basada en el full contact y las antiguas técnicas de combate medieval. Sin embargo, seguramente tiene más de lo primero que de lo segundo. "No podemos guiarnos por referencias medievales porque, a excepción de algunos frescos que ilustran alguna técnica, no contamos con documentación", explica Salvatore Rabito, presidente de la Liga Española de Combate Medieval. "Con eso, evidentemente no puedes establecer las reglas de un arte marcial. Los pocos manuales de la época que existen estaban orientados a duelos y apenas hablan de batalla campal." Para conformar las reglas de esta nueva disciplina han tenido que beber, entonces, de artes marciales como el kick-boxing o el sambo.



"Empecé a interesarme por el combate medieval después de ver unos videos por internet de una competición en Rusia -le dice Cristian Bernal a La Nación revista, luchador del mismo equipo-. Así que decidí viajar al torneo internacional de Faucon Noir, en Francia, para aprender a practicarlo. Lo que me atrajo en un principio fue la espectacularidad. Es un combate muy visceral. Pero lo que realmente me enganchó fue la comunidad que hay en torno a este deporte. Por encima de todo, priman unos valores que son el honor, la deportividad y el juego limpio. Y eso es algo que se ha perdido en muchos deportes. Como complemento también está la parte histórica y el reto tanto físico como psicológico que supone." La fuerza, obviamente, es fundamental en un deporte en el que los contrincantes tienen que vestir trajes que pueden llegar a pesar 30 kilos. Además, Cristian entrena técnicas de lucha con su club, formado por siete personas. Con él ha viajado un séquito formado por su personal de apoyo, entre los que se encuentran sus padres, Marcel -que, como él, es luchador- y Palmira -responsable de la organización del campamento-.

El combate medieval surgió hace más de 20 años en Europa del Este como una manera de explorar las técnicas, los impactos y la indumentaria de las batallas celebradas hace 500. Los países de esa región, donde incluso existen luchadores profesionales, sacan muchísima ventaja al resto. En Polonia, por ejemplo, se celebra uno de los combates más famosos del mundo que recrea la batalla de Grünwald, que en 1410 enfrentó al Ducado de Lituania, el Reino de Polonia y sus aliados contra los Caballeros Teutónicos. En estas dos últimas décadas se ha ido extendiendo progresivamente por todo el mundo, hasta que hace dos años federaciones de cada uno de los países decidieron sentarse para organizarse internacionalmente. Aunque, como no podría ser de otra forma, la cosa terminó en conflicto: Rusia creó Battle of the Nations, una organización propia junto a otros países del Este de Europa, y el resto decidió agruparse en torno a IMCF (Federación Internacional de Combate Medieval), con normas más estrictas en cuanto a seguridad.

Tomárselo en serio

A pesar de los años, el combate medieval como deporte todavía sigue viéndose como algo freak. De hecho, es posible que cualquiera imagine que es sólo una cosa para nerds, informáticos y aficionados al trash-metal. Error. El perfil de los luchadores no puede ser más variado. "Yo soy terapeuta ocupacional", cuenta Florian Bravidor, que compite con la selección alemana. "Tengo muchos amigos que practican este deporte, pero entiendo que al resto les parezca un poco loco. Mi familia lo ve bien e incluso vienen a verme a algunos de los torneos. Mi madre a veces tiene miedo, pero sabe que la armadura es segura. Y de hecho, poder vestir una armadura -con el valor histórico que tiene- es una de las cosas que más me gusta de este deporte."

"Es el estigma de este deporte, pero entiendo que la gente lo vea como algo bizarro -dice Tomek Solarski, luchador de la selección polaca-. Yo mismo pensé que no podía ser serio la primera vez que lo vi." Tomek tiene un físico imponente: 115 kilos y 1,92 metros de estatura. Es empresario, pero siempre había practicado rugby y hockey. Cayó en un video de un torneo medieval, en internet. Después de verlo se preguntó: ¿Y si esto fuese de verdad algo más que una mera coreografía? Así es como hace un par de años empezó a practicarlo. "Cuando entré en este mundo me di cuenta de que era un deporte. Y, seguramente, más duro que la mayoría. Yo nunca estuve tan cansado como después de mis primeros combates en armadura. Es algo que no tiene nada que ver con 80 minutos de rugby o 60 de hockey".

Dentro de este deporte, existen dos grandes modos: duelos y melés. El primer modo es un enfrentamiento individual y puede llevarse a cabo de tres formas, en función de las armas que se utilicen: con escudo y espada, espada de mano y media o armas enastadas. Los dos luchadores compiten en tres rondas de un minuto. Los jueces valoran al ganador por el tocado y la técnica empleada. El segundo se refiere al combate por equipos y comprende otras tres categorías, en función del número de personas que se enfrenten: 16 contra 16, 5 contra 5 y 3 contra 3. Aquí puntúa el equipo que se mantiene en pie y es descalificado el que es derribado.



Un extenso documento editado por la Federación Internacional de Combate Medieval informa las reglas. "La normativa es muy estricta y detalla una serie de técnicas no permitidas por considerarlas peligrosas", dice Noemí Armario, árbitro en el campeonato. "Mi trabajo es vigilar que no se produzcan, controlar que los luchadores muestren en todo momento respeto por su adversario y asegurar que el combate se desarrolle de forma normal." Noemí cuenta que conoció este deporte hace dos años, durante un torneo en Francia. Al ser un deporte no reconocido oficialmente, tampoco existe un colegio de árbitros ni una formación como tal. Lo que hizo ella fue establecer contacto con árbitros de otros países y estudiar el documento normativo de la federación internacional. Ese documento explica desde el grosor de cada pieza de la armadura hasta las medidas, peso y forma de las armas, pasando por cada una de las técnicas de combate.

El objetivo es minimizar los riesgos. "No es un deporte peligroso si se cumplen las normas", puntualiza Noemí mientras revisa la indumentaria de un luchador a punto de salir a competir. "De hecho, no hay una gran tasa de lesiones. La tasa es igual que en cualquier otro deporte. La armadura va siempre con protección. Uno no puede llevar lo que quiera. Las lesiones más frecuentes suelen ser por caídas o tirones. Nada especialmente grave." Cristian, a su lado, asiente: "Hay deportes peligrosos. Yo practico la escalada, la alta montaña, el buceo. En esos puedes morir. Aquí no. Te exponés a lesiones, pero a nada grave. Esa es la diferencia con otras artes marciales. Aquí vas a golpear y la otra persona está protegida por una armadura."

De armas y armaduras

Las armas principales son de asta, mazas con un peso de hasta un kilo, hachas, escudos, bracamontes, espadas principalmente para los duelos. Y prácticamente cualquier hallazgo arqueológico mientras cumpla la normativa de peso y redondeo de la punta. Eso sí: todas las armas utilizadas tienen que ser análogas de las originales y deben pertenecer al mismo período y región que la armadura. Además, el filo y los bordes deben cumplir con medidas estipuladas.

La indumentaria está compuesta por unas prendas acolchadas para proteger al cuerpo: una cofia para la cabeza, un gambesón para el torso y brazos, y pantalones. Después utilizan unas grebas para proteger gemelos y espinillas y escarpines para los pies. Por encima visten su coraza y la completan con musleras, rodilleras, manoplas, brazaletes, coderas, protector de bíceps, hombreras. Todo en metal de un determinado grosor. La pieza más importante: el casco, que va siempre acolchado con una malla para reforzar el cuello, y unos protectores para la nuca. El precio de la armadura puede rondar los 1500 euros.

Tradicionalmente, los aficionados compraban sus armaduras en pases de Europa del Este. Allí existe tal fiebre por este deporte hace años que paralelamente ha resurgido el oficio de armero. En todo el mundo, igualmente, es posible encontrar algún fabricante. Julio Armenteros se dedica a la armería desde hace siete años. Empezó por su afición a la esgrima antigua y la recreación histórica, pero ahora ha descubierto el combate medieval, una afición que practica desde hace tres años. "En mi familia no hay ningún armero -reconoce-. Y yo soy autodidacta. Es un poco chocante, pero me parece un trabajo artesanal muy interesante y que tiene que ver con mis aficiones. No es que haya elegido este mundo por casualidad. He sido siempre aficionado a las espadas." Pese a todo, confiesa que cuesta mucho abrir mercado. Así que durante el campeonato aprovecha también para dar a conocer sus productos. "No tiene nada que ver con las artes marciales. Aquí no hay enseñanzas místicas. Para mí es más parecido al rugby por el componente de esfuerzo que tiene."



Por curioso que parezca, estos fueron los primeros combates que acogió el castillo de Belmonte a lo largo de su historia. Ahora, además, recibe un fin de semana al mes, a la Liga Española de Combate Medieval. Antes, las únicas luchas celebradas aquí fueron durante la filmación de El Cid, película protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren.

En los cuatro días del campeonato mundial pasaron por aquí unas 60.000 personas, atraídas en su mayoría más por el espectáculo medieval que por el deporte. En Malbork la afluencia de público fue menor, unas 30.000 personas, debido principalmente a las inclemencias del tiempo. Y es que la imagen de las tierras de inmensos bosques vírgenes, asombrosos castillos y singulares catedrales genera en los últimos años más interés que nunca. Y todo gracias a novelas históricas como Los pilares de la Tierra o El señor de los anillos o series como Game of Thrones y Los Tudor. Todas ellas reflejan enfrentamientos, guerras, intrigas palaciegas. Relatos que no han convencido mucho a los historiadores, pero sí alimentado el gusto de legiones de fans. La fiebre ha llegado también al mundo de las consolas, con sagas de videojuegos como Assassin's Creed y Mount & Blade: Warband.

A pesar del atractivo que genera esta moda, muchos combatientes sienten a la armadura como una simple indumentaria para practicar el deporte. Representación histórica, sí; pero en el deporte, ninguna. "Aquí no existe la teatralidad", cuenta Salvatore mientras vemos uno de los combates. "No existe ningún golpe pactado. Tenemos un reglamento en común y lo único que marca la diferencia es el entrenamiento, la resistencia, la técnica y la táctica de cada equipo".

Coronados de gloria volvamos, o juremos con gloria morir. Con esa leyenda como lema partió hacia Praga el equipo de 16 competidores que representó a la Argentina en la reciente edición de Battle of the Nations, el otro campeonato mundial, en el que se batieron 32 países. El equipo viajó con el ánimo bien alto después de los buenos resultados cosechados el año pasado en la Dynamo Cup de Rusia y el Battle of the Nations de Croacia. "Hay muy buen espíritu y cohesión de grupo", dice Juan Manuel Chevasco, uno de los luchadores de la selección además de Presidente de la Federación Argentina de Combate Medieval. "Creo que los resultados han sido óptimos para el nivel que manejamos." La selección compitió en la modalidad de cinco contra cinco. En los últimos dos años, Rusia, uno de los mejores equipos del mundo, eliminó al argentino de la competición. La victoria contra Polonia, en el mismo torneo, fue todo un logro teniendo en cuenta el altísimo nivel del equipo polaco.

Dos mujeres forman parte de este equipo. Una de ellas, Adriana di Francesco, es la capitana de la selección. Ella fue la que hace tres años comenzó a construir en el país esa gran pasión, de la que hoy participan alrededor de 15 clubes en el país. Las armaduras de todo el equipo han sido fabricadas en la Argentina. Este año estrenan una nueva, más resistente y flexible. Y también más ligera. "Pagamos un montón por exceso de peso en el avión -reconoce Pepe Villani, otro de los competidores-. Pero cuando te metés en esto, tenés que olvidarte de todo y entregarte a la lucha."

En Argentina el interés por este deporte crece poco a poco. El pasado Agosto se celebró por primera vez en el Hipódromo de San Isidro, la Copa First Class HMB Argentina. Allí pudo verse al Club Bern de Rusia, campeón de la Dynamo Cup 2014 y el Battle of the Nations 2015 y se calculó una asistencia de público cercana a las 30.000 personas.



 

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